Historia de rosellón (1911-1943)

autor: Edgar Hernando Restrepo Gómez, miembro de número y presidente 2020-2023. [1]

  1. Introducción.

Envigado entró a la modernidad del siglo XX, de la mano de la industria manufacturera, en especial a través de su principal empresa textil: Rosellón.  Construida a principios del siglo XX, y con la influencia de la segunda revolución capitalista; la empresa representó el puntal de la tecnología, de sus sistemas de producción, de sus formas de organización social, de su paternalismo obrero, del impulso en el crecimiento urbano. A su vez, propició con la Iglesia y su doctrina social, una serie de cambios culturales en la clase obrera, creando una mentalidad cristiana que propiciara un mejor clima de trabajo y control social.  Fue un modelo que por igual se extendió a otros epicentros de la industria en el valle de Aburrá, por ejemplo en Bello, donde los ritmos e ideas de Fabricato moldearon la conducta de sus pobladores en general.

¿Cómo afectó Rosellón el desarrollo de Envigado?  ¿Qué cambios se produjeron en la forma de ser de sus habitantes? ¿Perviven aún esos cambios en el ethos envigadeño? La influencia de Rosellón se reflejó en una nueva clase social: los obreros. Inicialmente provinieron del campo, con sus costumbres y formas de trabajo, para luego ser transformados en una mano de obra con mentalidad y disciplina laboral, asimilando el ritmo de la producción, con sus horarios, estándares, reglamentos, valores y actitudes. Otra influencia de la industria estuvo en la economía local, con el aporte económico a través de los tributos al municipio, los salarios de los empleados y obreros y las obras civiles o de infraestructura que propiciaron. Veamos a continuación el desarrollo de los aspectos mencionados.

  1. Inicios de la industria

La fundación de las empresas textiles a finales del siglo XIX fue realizada  por parte de la élite económica y social de la región, a partir de la acumulación de capital obtenido en el comercio, el cultivo del café y la explotación minera (Botero, 2003). Los empresarios iniciaron el montaje de la industria manufacturera como una actividad adicional a sus negocios, y al decir del historiador Roger Brew, aprovecharon varios factores: “la disponibilidad de mano de obra femenina dispuesta a abandonar el campo y a emplearse con salarios relativamente bajos; y la circunstancia de que los sistemas de trabajo, las actitudes frente al salario y la disciplina derivados de la experiencia en la minería y en la industria cafetera, permitieron acomodarse más fácilmente al trabajo fabril”.

Adicionalmente a estos factores, se agregaba otro: la demanda de energía eléctrica, puesto que era primordial para el éxito de la producción de las empresas. Es así como el ingeniero Germán Jaramillo Villa con experiencia y estudios en Europa, ubicó los mejores lugares de caída de agua en las quebradas del valle del Aburrá, como fue el caso de Envigado con la quebrada La Ayurá, que cumplía los requerimientos técnicos para mover las ruedas Pelton, producir la energía eléctrica y por tanto, el suministro requerido para la industria.

3.Sociedades familiares

Otro aspecto de la élite en la formación de la industria fue la constitución de organizaciones financieras con capital de distintos miembros de una misma familia: “los miembros de una misma familia, como hermanos y primos, generalmente eran socios comerciales y manejaban los intereses de los parientes viejos y de las viudas de la familia…en un medio inseguro y sin instituciones legales adecuadas, esta costumbre fue esencial y permitió invertir con confianza en empresas demasiados grandes para los recursos de un solo individuo” (Brew, 1977, p. 393-394). Este elemento será determinante en la administración paternalista de los trabajadores y las relaciones cercanas con las administraciones municipales y la población en general.

La casa comercial Heliodoro Medina y Cía, no fue la única accionista de la fábrica, existieron otras importantes casas comerciales y familias que aportaron importantes sumas a la capitalización, entre las primeras tenemos a Jaramillo y Cía, Hijos de Macario Restrepo Restrepo y Cía; Mesas Hermanos y Cía; Uribe Hermanos y Cía (Mejía, 2012, p.204 y 208) y entre las segundas tenemos a los Uribe Santamaría, los Restrepo Vásquez y los  Morenos.  Varias de ellas, figuran entre las 25 más acaudaladas, con capitales superiores a 400.000 pesos, según el urbanista y empresario Ricardo Olano en sus memorias (Morales, 2006, p. 24)

Otros accionistas individuales se destacan por sus estudios, experiencia administrativa, herederos de fortunas como Julio Ramírez Johns. Nacido en Santo Domingo en 1885, realizó estudios en el colegio San Ignacio y luego en la Escuela de Minas de Medellín. En su juventud, en compañía de su padre José Pablo Ramírez, incursionó en la exploración y explotación de minas de oro y en cultivos de caña para la producción de la panela. Vivió durante diez años en Nueva York, donde ingresó al Instituto de Finanzas Internacionales en NYU (New York University). Trabajó en la Bolsa de New York y fue representante de Colombian American Chamber of Commerce y miembro de Pan American Society of the United States. Regresó a Colombia en el año de 1914, donde se convirtió en uno de los primeros representantes de industrias extranjeras en el país. Fundó y administró varias industrias de renombre en asocio con sus hermanos José y Jesús: Cigarrillos Ramírez Johns Hnos., Billares Champion, Paños Ingleses Alicachín, RCA Víctor Gramófonos y Discos.

Su desempeño político fue como miembro del Concejo Municipal de Medellín y delegado del Gobierno Nacional en la Conferencia Internacional de Comercio y Empleo, reunida en Londres. En 1951 creó la Fundación Julio Ramírez Johns, administrada hoy en día por los Padres Jesuitas. Apoyó la educación a través de la Pontificia Universidad Javeriana de Bogotá y la salud a través del Hospital Universitario San Ignacio de Bogotá. Más tarde creó una organización sin ánimo de lucro con el nombre de su esposa – “Fundación Margarita Moreno de Ramírez Johns”, que apoya las obras sociales adscritas a la Organización VID (antes la Congregación Mariana) en Medellín.

  1. Otros factores económicos

Como se ha dicho, existieron varios factores que fortalecieron una economía de mercado como la demanda de diversos productos dado por la expansión de la economía cafetera y el comercio como la cerámica y loza, bebidas y cervezas, tabaco, chocolate, fundiciones, curtimbres, trilladoras, molinos, etc en distintos municipios antioqueños. Este interés por desarrollar la producción de bienes de consumo y bienes de capital conjugó los esfuerzos del Estado, bancos y empresarios, con el fin de lograr los beneficios de un mercado con escasa oferta de abastecimientos y productos. En Envigado existían desde 1870 aproximadamente talleres artesanales e inicios de producción dirigida especialmente a las nuevas regiones abiertas por la colonización como el Suroeste Antioqueño. Así se desarrolló el taller de guarnielería de la familia Lotero Sánchez que desarrollo Pedro Lotero Toro (padre) y Abraham Lotero Sánchez (hijo). A éste se debe, entre otros artesanos, la fabricación de los primeros carrieles en Antioquia y a partir de 1915, de la creación de la Fábrica de Calzado “La Bota del día”. También existió el taller artesanal de Román Villa, quien producía muleras y tapices en un telar de madera.

Otro de las condiciones favorables para la implementación de la industria en Antioquia, fue los bajos costos en mano de obra barata, en fuerza hidráulica y desde 1880, las producciones de materias primas de los agricultores empezaron a ser cada vez más accesibles. Igual los caminos, a partir de 1890 estaba ya en capacidad de transportar maquinaria.

Aunque se debe comentar que la primera compañía textil fundada en 1902, la Compañía Antioqueña de Tejidos, cuando importó al año siguiente, la maquinaria de Lancashire (Inglaterra) tuvo que desarmar las máquinas para transportarlas a lomo de mula en un trayecto en que el ferrocarril no estaba todavía terminado y por lo tanto la maquinaria llegó muy averiada. Sin embargo, el conocimiento y la experiencia obtenidos a través de la fabricación de maquinaria para las minas y para la industria cafetera de los años noventa, fueron invaluables para la reparación y el mantenimiento de las maquinas industriales y en la demanda de personal calificado y con conocimientos técnicos (Roger Brew, 1977, p.392-394)

Estas primeras fábricas no requerían grandes inversiones de capital dado los costos bajos mencionados arriba, y el apoyo del estado, por ejemplo, en el gobierno de Rafael Reyes., con políticas proteccionistas, fue un apoyo importante a los empresarios. Sería muy difícil sostener que únicamente a principios del siglo hubo suficientes excedentes de capital disponibles para la inversión. El momento en que se empieza a invertir en la industria textil manufacturera en Antioquia estuvo determinado por otros factores ya mencionados, tales como el desarrollo del mercado, los aranceles y las fluctuaciones en la tasa de cambios. Estas últimas produjeron inevitablemente la especulación en oro, café y ganado y el aumento de documentos de crédito, lo cual permitió que muchas personas hábiles o afortunadas hicieran ganancias rápidas e inesperadas. Durante los períodos prolongados de inflación, los comerciantes buscaron proteger sus fortunas invirtiendo en propiedades, oro, ganado, café o en las industrias manufactureras. Sin embargo, existía también el aspecto negativo de invertir en el establecimiento de nuevas fábricas, porque la devaluación del papel moneda elevaba continuamente los gastos y disminuía el capital suscrito en la industria, tal como ocurrió en el caso de la cervecería y de la primera compañía textil. Pero una vez a que se iniciaba la producción se tenía la ventaja del retraso entre los precios pagados al obrero y los que recibía el productor, ya que el alto precio de los productos estaba protegido por los aranceles, la devaluación y los costos de transporte de los artículos importados.

Los comerciantes de Medellín que crearon la industria generalmente dividieron el capital de las nuevas compañías en acciones de un valor por medio de aproximadamente $ 10 pesos, con el fin de atraer inversionistas menos ricos, pero las firmas textiles estuvieron siempre dominadas por unas pocas familias, que tenían entre si estrechas vinculaciones sociales y familiares. En este sentido las nuevas compañías fueron una prolongación del antiguo sistema de empresas comerciales. La existencia de una elite familiar, con intereses comerciales y empresariales, formada por las dificultades y por la disciplina necesaria para desarrollar el comercio en el siglo XIX, fue un factor importante para el avance de la industria en el siglo XX. Esta elite estaba acostumbrada a contribuir con todos sus recursos humanos y físicos en las empresas familiares, ya fueran comerciales, bancarias, mineras, agrícolas o en las de carácter semifabril de la segunda mitad del siglo XIX. En las familias había una amplia gama de individuos con toda clase de talento y de inclinaciones, y de acuerdo con la confianza que depositara el grupo familiar en algunos de ellos, se facilitaban los recursos para una u otra actividad empresarial.

  1. El caso de Envigado

La Compañía de Tejidos de Rosellón fue la tercera empresa moderna que se estableció en Antioquia, luego de la Compañía Antioqueña de Tejidos (1902) y la Fábrica de Hilados y Tejidos del Hato, Fabricato. (1923). Desde 1911 había comenzado a construir el edificio e importar la maquinaria del Reino Unido, pero la parte correspondiente a la planta de hilados se perdió al ser hundido el barco que la transportaba por los alemanes en la primera guerra mundial. Inicia su producción a partir de 1914, con 100 telares y facilidades para montar 50 más., no tuvo hilandería hasta 1917 y sin embargo, su producción alcanzó entre 2000 a 2.500 yardas diarias (Echavarría,1947, p. 30 y Boletín Caomercial, Medellín, mayo y junio 1914; Ospina, p,406).

Rosellón fue creada por la casa comercial de Heliodoro Medina y  Cía, constituida  en 1895 en la ciudad de Yarumal y, desde principios del siglo XX, domiciliada en Medellín (Archivo Histórico de Antioquia, A.H.A, 1915). Esta casa se ocupaba de la introducción de mercancías extranjeras, especialmente de telas y participó en la fundación del Banco de Yarumal (1901) y fueron accionistas del Banco de Medellín en 1884 (Echavarría, 2003, p.136). Con la inversión de mayores capitalistas, en 1919 la Sociedad Heliodoro Medina y Cía, compraría otras empresas pequeñas de textiles: Compañía Unida de Tejidos y Encauchados (Tejiunión), la cual con el tiempo se transformará en Satexco, la Fábrica de Tejidos Hernández (luego Tejidos Medina) y Calcetería Helios.

Las personas más activas fueron los hermanos Heliodoro y Roberto Medina, quienes fueron los gerentes de Rosellón en sus primeros años. En Medellín, Roberto figuró en 1910 entre los directivos de la Cámara de Comercio y en 1911 como miembro del Concejo de Medellín. En 1945, cuando la fábrica fue vendida a Coltejer, Roberto migró a Bogotá donde fundó Tejidos Monserrate y Paños Colombia.

En definitiva, la inversión de la élite comercial, financiera e industrial en el proceso manufacturero, implicó 17 principales empresas de textiles; nueve se encontraban en Antioquia (ocho en Medellín y una en Sonsón); además de los $2.389.400 (ver cuadro No. 1), que representaba el capital de las 17 empresas, un poco más de la mitad correspondía a las nueve empresas antioqueñas, aunque para entonces el mayor establecimiento textil era la fábrica Obregón en Barranquilla, seguida por las fábricas de Bello y Coltejer en Medellín.

  1. El acuerdo que da vida a la fábrica

Mediante acuerdo No. 22 del 2 de agosto de 1912, se aprobaba el contrato entre la “fábrica de Tejidos de Algodón” y el Municipio de Envigado, y contemplaba los siguientes puntos:

  1. Establecer durante el próximo año de 1913, en el paraje denominado “El Rosellón”, en una finca de propiedad de Heliodoro Medina, una fábrica de tejidos de algodón, compuesta de cincuenta telares modernos, movidos mecánicamente.
  2. Acordar exención de impuestos municipales sobre “la introducción de maquinaria, materias primas y demás enseres para la fábrica, lo mismo que para su ensanche y explotación. Tampoco podría ser gravada sus edificios con impuestos indirectos ni directos; con excepción de la contribución predial ni sobre sus productos, fabricación, consumo y tránsito de sus vehículos, podrá establecerse contribución alguna. Tales exenciones durarán por el termino de veinte años contados de la fecha en que este contrato sea elevado a escritura pública”.
  3. reconocer el derecho de Heliodoro Medina y Cía., para pasar acueductos por los caminos públicos con arreglo a las prescripciones legales; y les da permiso para atravesar por encima del antiguo camino del Retiro, una tubería de presión con la condición de que en ningún caso se cause perjuicio a dicho camino”.
  4. Heliodoro Medina y Cía. se comprometen “a no causar disminución en ningún caso en el agua potable del Municipio, al tomar de la quebrada “Ayurá” la que van a utilizar en su establecimiento, y al efecto se obligan a construir y costear una acequia o acueducto que ponga en comunicación el agua de la Fábrica con la del Distrito, con el fin de derramar aquella sobre ésta, siempre que no se cause perjuicio a los que actualmente usan las aguas de la misma quebrada. Se entiende que el agua que pueden derramar sobre el acueducto del distrito es única y exclusivamente la que presta o ha de prestar servicios en la Fábrica como fuerza motriz”.
  5. H. Medina y Cía., son “obligados a construir a conveniente distancia del acueducto del distrito, los excusados o retretes destinados al servicio del establecimiento, y a botar o derramar las aguas sucias donde a bien lo tengan, sin perjudicar los derechos de terceros y exceptuando el cauce de la quebrada “Ayurá”, por un acueducto construido a satisfacción del concejo municipal”.
  6. H. Medina y Cía. “declaran, además que emplearan en su establecimiento obreros del distrito de Envigado, de preferencia, en igualdad de condiciones”.
  7. H. Medina y Cía. “le ceden al distrito desde ahora, todos los derechos por ellos adquiridos sobre la servidumbre del acueducto que tienen que construir y sostener, según la clausula cuarta, para poner en comunicación el agua de la Fábrica con la del acueducto que hoy usa el distrito, y se comprometen a tapar aquel acueducto dentro de su propio predio, cuando el concejo municipal lo estime conveniente”.
  8. para precaver todo perjuicio que pueda sobrevenir por el aumento de las aguas en la quebrada “La Mina”, caso de desaguar a ella los excusados de la empresa, H. Medina y Cía., se comprometen a ejecutar oportunamente las obras que fueren necesarias para darle y mantener en dicha quebrada la debida corriente, a fin de evitar estancamientos y perjuicios a los propietarios riberanos”.
  9. “En todo caso, los señores H. Medina y Cía. y su empresa quedarán sometidos, en un todo, a las disposiciones de policía concernientes al asunto de que se trata”.
  10. Interpretar por parte del concejo “el querer de la casi totalidad de los habitantes del distrito y amante hasta lo indecible del progreso del pueblo cuyos destinos rige”.
  11. Estudiar los informes y proyectos presentados por Francisco Arango y del ingeniero municipal de Medellín Mariano Roldán que estudiaron en tres sesiones.
  12. Realizar un contrato con unas cláusulas que no dejaran vacíos que ocasionaran pleitos, “y que no lesione intereses de nadie y mucho menos los del distrito, pues si bien es cierto que éste se priva por determinado tiempo de algunas rentas que pudiera crearse en relación con esa empresa, rentas que no existían aquí en la actualidad, a cambio el pueblo recibe importantes beneficios, tales como los de ocupación y salarios para la subsistencia de muchas personas que hoy no los tienen, aumento del medio circulante, adquisición de un nuevo acueducto público”.

El contrato se suscribió entre el Personero Municipal Javier Diez, autorizado por el Concejo Municipal y Roberto Medina, en representación de la Sociedad Comercial de Heliodoro Medina Cía., domiciliada en Medellín.

  AñosValor estimado de los activosNúmero de telares  Número de usos  Número de obreros  
1915. 1925 1943$102.000 $1.000.000 Adquirida por Coltejer  100 200 600     ninguno 2908 s.d.   120 500 1400

Fuente: Memoria de M. Hacienda, Bogotá 1916, encuesta de establecimientos manufactureros. Betancur (ed.)

  1. La clase obrera textil

Con la industria nació la clase obrera, de origen campesino y urbano, en proceso de concientización, objeto de influencia de la Doctrina Social Católica, de los partidos tradicionales o del Partido Socialista Revolucionario (1926), de la década del 20 y 30.  Ha sido la clase protagónica de los cambios sociales y políticos del siglo XX, la clase obrera estuvo marcada por diferentes características y enfrento diversos problemas laborales. Se aglutinó a través del movimiento obrero como mecanismo de movilización para alcanzar la equidad y mejores condiciones en el trabajo. Estas condiciones inaceptables eran:  el descenso de los salarios nominales (por la carestía e inflación, o rebajas patronales), las largas jornadas de trabajo, el pago por vales, la ausencia de seguridad social, las pésimas condiciones de higiene, los despidos sin justa causa, los castigos físicos y multas, el acoso sexual a las mujeres trabajadoras.

Las protestas de los trabajadores fueron reprimidas por el Estado, en especial por los gobiernos conservadores, y dado que no existía protección suficiente a través de leyes laborales, los empresarios se complacían en dividir al joven movimiento obrero, al fomentar sindicatos pro-patronales como la UTRAN (Unión de Trabajadores de Antioquia) con marcada influencia de la iglesia católica. Solo las políticas de la República liberal impulsaron la protección de la protesta obrera a través de la sindicalización, la canalización de los conflictos mediante la negociación colectiva e hicieron concesiones en materia de jornada de trabajo, prestaciones sociales y cesantías, y condicionaron los despidos a causas justas.

La época de los años veinte es una de las más agitadas en el movimiento obrero, destacándose la huelga de 1924 contra la Tropical Oil Company, la de 1927 contra la misma compañía y la trágica huelga contra la United Fruit Company, en 1928, conocida en la historia colombiana como la “Masacre de las Bananeras”, descrita y narrada por Gabriel García Márquez en su novela Cien años de soledad. Estas protestas contra las empresas norteamericanas se centraban en la forma de contratación, el pago de los salarios a través de comisariato y vales, así como el desacato del orden jurídico interno.

Para obtener un mejor control sobre los obreros, se realizó un constante campaña moral, social y religiosa, con ayuda de las diferentes organizaciones católicas, en especial de la Acción Social Católica y los órganos de prensa como El Obrero Católico, además de la labor de varias comunidades religiosas como los Jesuitas, las Hermanas de la Presentación, los Hermanos Cristianos o Lasallistas. Esta labor era complementada con la acción de la Juventud Católica, la cual preparaba a los jóvenes varones para la defensa de la Iglesia y la propagación de la Doctrina Social Católica entre el medio obrero (Londoño, 2004, pp.85 y 129).

Estas acciones de la Iglesia, combinadas con las medidas de los empresarios, que se centraron en los “beneficios sociales y laborales”, y un paternalismo empresarial y un asistencialismo comunitario; dieron como resultado una serie de prestaciones sociales y unas obras de infraestructura como los barrios obreros, la clínica o centro de salud, el Patronato de Obreras, las Cooperativas de trabajadores, las escuelas públicas, los periódicos y las revistas; con el fin de mantener a los trabajadores sumisos y optimizar la producción, así como para prevenir la infiltración de las ideas y partidos comunistas. Por otro lado, se introdujo una ideología del trabajo, de naturaleza religiosa, en la cual, la responsabilidad, el deber y el amor por la empresa y el patrón (como familia y comunidad cristiana) primaban en las relaciones laborales y sociales.

La población obrera de Rosellón se convirtió en un sector social importante, dado su crecimiento significativo, pues entre 1915 y 1947, paso de 120 a más de 1400 personas entre empleados y obreros, y su crecimiento se hizo al ritmo de la ampliación de la producción. Este incremento de trabajadores se explica por la superación de las dos crisis importantes en 1920-22 y 1930, ocasionadas por la disminución de la demanda de mercancías, a raíz del fin de la primera guerra mundial que permite la reactivación del comercio internacional y la crisis financiera de Nueva York de 1930, que repercutió desfavorablemente en la economía nacional. La superación de ambas crisis llevaría a una época de bonanza en los años treinta y cuarenta cuando en 1943, es comprada por Coltejer (ver cuadro No. 2).

Para tener una mejor idea y magnitud de la representación social de los obreros textiles en la demografía laboral del país, se debe considerar que para 1925, había 6.724.000 habitantes, de los cuales 2.505.000 eran trabajadores o población económicamente activa, y descontando los demás sectores económicos, quedaban 101.000 obreros en la industria manufacturera (Archila, 1986, p.210). La industria textil  antioqueña comenzaba a representar un peso significativo en la sociedad y en las economías locales, pues lideró el proceso de modernización de la región.

Este peso significativo del sector obrero en las ciudades tuvo efectos a largo plazo en el crecimiento de la población. Envigado paso de tener 9.654 en 1918, una de las poblaciones más altas en la región, a 17.054 de habitantes en 1935, un incremento de casi el doble. Este crecimiento tiene en parte explicación por la inmigración al municipio de personal de poblaciones del sur del departamento, debido al atractivo de las otras menores industrias como las fábricas de calzado Grulla, la Bota del día, Rey Sol, una empresa de curtimbres, varias fábricas de bocadillos, entre otras. Según la monografía de 1941, las fábricas de calzado empleaban 80 obreros cada una, para llegar a un total de 1081 trabajadores de la industria manufacturera (Cervecería Unión, 1941, p.213).

  1. El valor de la mujer en la fábrica textil

En la población obrera textil de la región antioqueña, una porción significativa estaba compuesta por mano de obra femenina, y Rosellón no era la excepción, pues aunque no tenemos cifras exactas de la proporción, estudios como Mujer, Religión e Industria: Fabricato 1923-1982, de Luz Gabriela Arango (1991), proponen que predominó de forma inicial, las mujeres solteras y los niños en un 85%, y  con una edad menor de 25 años (p.44).

Desde el siglo XIX, la participación de las mujeres en la vida laboral y económica estuvo integrada en el sector artesanal donde fabricaban una gran diversidad de objetos útiles para la población local con capacidad de compra; pues “los talleres artesanales operaban con el apoyo del trabajo familiar, con aprendices de diversas jerarquías y eventualmente con mano de obra asalariada” (Uribe, 1996, p.221)  Oficios y actividades como envolver la hoja de tabaco, fabricar chocolate, hacer dulces y artículos de panadería-pasteles, pandequesos y otras delicias para el tradicional “algo”-y lavar y planchar la ropa. Entre esos oficios, las modistas, costureras o sombrereras fueron importantes para todos los sectores sociales que se encargaban de adaptar las modas europeas que las mujeres de la clase alta procuraban imitar de revistas y “figurines”.

Los industriales, inversionistas y capitalistas al iniciar sus empresas comprendieron que la mano de obra más accesible y perfecta para obtener amplios márgenes de rentabilidad, a igual que en Inglaterra en los comienzos de la Revolución industrial, fue la población femenina y los menores de edad, por sus bajos jornales, docilidad, habilidad manual, experiencia artesanal, alta responsabilidad y dedicación para cumplir jornadas de trabajo extensas. Los hombres fueron renuentes a participar en el nuevo mercado laboral, pues los jornales no eran atractivos y disuasivos como para justificar el abandono de sus actividades tradicionales. En cambio, para las mujeres sí fue una gran oportunidad laboral que le permitía obtener un modesto ingreso, para una independencia y una modificación paulatina del dominio patriarcal familiar, pues pudieron ganar sus propios ingresos, que les daba la posibilidad de mayor consideración, reconocimiento social y estatus. Aunque varias de ellas, alejadas de sus parientes en el campo, se alojaron en los Patronatos, bajo el control de las Hermanas de la Presentación, quienes moldearon su conducta, su cuerpo, su mentalidad (Restrepo, 2008, pp.45-55). En 1916, el 40% de la población femenina asalariada procedía del campo, de zonas cercanas al valle de Aburrá (Anuario Estadístico del Distrito de Medellín, Medellín, 1922). Esta mano de obra asumió la responsabilidad de la industrialización, pues siendo de mayoría campesina, tenían valores estructurados de responsabilidad, acatamiento a la autoridad y por su condición de migrantes, con una fuerte dependencia. Aunque los patronatos fueron una muy buena oportunidad de acogida, muchas tuvieron que alojarse en inquilinatos, expuestas al abuso, el engaño, la prostitución.

El “Patronato” fue una institución de la Acción Social Católica, labor de la Iglesia y sus comunidades religiosas, que seguían en general los principios de la encíclica Rerum Novarum, donde el Papa condenaba la lucha de clases que defendía el comunismo, y proponía unas instituciones sociales y económicas que establecieran una armonía entre el capital y el trabajo mediante el modelo paternalista empresarial, que se aplicó en la mayoría de las fábricas. Este propósito de la Iglesia tuvo un carácter militante, porque utilizó colegios, escuelas, hospicios, hospitales, asociaciones, grupos de oración mariano, Juventud Católica y cofradías de familia; para establecer una red de control y disciplina moral a todos los sectores sociales. Este modelo intentó desalentar la participación de las obreras en las luchas por sus derechos y aminorar las desigualdades por ese conjunto de entidades sociales que garantizasen una protección, en especial, de las ideas socialistas y liberales.

Otra característica de las obreras fue el solterismo y su renuncia a su vida afectiva y sexual para continuar en sus empleos, pues dentro de la mentalidad patronal y social, el matrimonio era incompatible con el rol de mujer trabajadora: “La obrera es una familia destrozada…de ordinario la obrera es una mujer sacada del puesto a que estaba destinada y desviada del camino al que Dios la dirigía. No es la mujer para la fábrica sino para la casa”. (Reyes, 2005, p.39)

Si las obreras debían permanecer solteras, también debían mantener su reputación y su virtud sin tacha. Los administradores instauraron un sistema de vigilancia sobre hombres y mujeres a través de la figura de la Matrona, una mujer madura y de reputada condición moral que debía mantener el orden y la moral sexual en las fábricas. La Matrona fiscalizaba los contactos, las relaciones, las conversaciones, los espacios donde ambos géneros convivían. El Capellán de la fábrica fue el otro elemento de supervisión porque recordaba constantemente la pulcritud de las costumbres y el comportamiento dentro y fuera de la fábrica, inculcando en los sermones y misas, la noción de pecado y culpa, así como los ejercicios espirituales.

Ante este panorama, se resalta el gran protagonismo de la mujer en los movimientos reivindicativos del siglo XX. Como es el caso de Betsabé Espinal y su grupo de compañeras, quienes lideraron la primera huelga en las fábricas de textiles, en la Compañía Antioqueña de Tejidos, en 1920, en la ciudad de Bello. Entre las peticiones, además de la mejor remuneración, estuvo la denuncia del chantaje sexual realizado sobre las obreras, la prohibición de entrar calzadas y las numerosas multas sin motivo (Correa, 2010, p.73).

Aunque el peso de las obreras en la industrialización, como se ha visto, fue fundamental para su desarrollo, los salarios percibidos por las mujeres eran la mitad con respecto a los hombres y algo más que la de los niños (ver cuadro 3).  Según datos proporcionados por la oficina de Estadística de Medellín en 1923, el salario promedio masculino era de $1.06 y el femenino era de $0.61 y si un mercado para una familia de clase media costaba $12, entonces se puede deducir que proveer arriendo, transporte, ropa, salud y educación fue difícil. Sólo en 11 de las 64 empresas registradas en ese año, no existía discriminación. En conclusión, esta situación inequitativa contribuyó a las altas márgenes de utilidades de las empresas textiles en las tres primeras décadas del siglo XX; y solo vendría a cambiarse esta situación, a partir de 1930, con la incorporación de mayor fuerza de trabajo masculina al proceso productivo, el consiguiente aumento de remuneración y el establecimiento de la jornada laboral de ocho horas, por medio del decreto 895 de 1934, en el gobierno de Enrique Olaya Herrera.

Adicionalmente los salarios se verían afectados por las reformas administrativas y técnicas, con el fin de lograr mayores niveles de productividad como la generalización del sistema de pago a contrato (o a destajo), mediante el cual los sueldos dependían del rendimiento sacado al obrero y a la maquina; mejoras en los sistemas de liquidación de la producción; los traslados internos de personal, despidos de la mano de obra superflua; y, por último, la importación de nueva maquinaria, equipada con contadores para medir su desempeño (Montenegro, 2003, p.109).

 9.Huelgas y protestas en Rosellón

La década de 1920 fue escenario protagónico y organizativo del movimiento obrero y socialista en el país, por ejemplo con la constitución en Medellín de la Unión Obrera (1923), organismo que buscaba coordinar la acción sindical y las luchas obreras en el departamento; o la fundación en 1919 del Partido Socialista que venía agitando a los centros obreros a través de su periódico El Luchador y  pregonando la necesidad de expedir leyes que establecieran la jornada de ocho horas, el descanso dominical remunerado, la rebaja de impuestos a los artículos de primera necesidad, la reglamentación de las huelgas, la creación de las cajas de maternidad, se reformara la ley vigente de accidentes de trabajo y se declarase el 1 de mayo como fiesta del trabajo.

Como hemos visto, una de las más importantes huelgas y movimiento de protesta en la industria textil fue la de Betsabé Espinal en la fábrica de Bello, que duró 21 días y condujo al reconocimiento de varias de sus solicitudes de obreras. Estas protestas respondían a la solución de situaciones concretas de cada fábrica.  Así tenemos que en Rosellón, el primer intento de huelga se realizó en 1920 por la rebaja de salarios, aspecto como veremos fue una causa generalizada de descontento entre los obreros. Ese primer intento no logro mayor fuerza, pues según su gerente primero Heliodoro Medina “se habían logrado vencer en su mayor parte y las fábricas estaban en producción satisfactoria” (Archivo Coltejer, acta de junta directiva, 30 de marzo de 1920).

Otra manifestación de descontento ocurrió en mayo de 1929, donde los mecánicos realizaron una tentativa de huelga por la prohibición de usar retazos para la fabricación de sus delantales. El administrador, después de varios llamados de atención y en vista de que seguían con la práctica “ordeno recoger los delantales existentes y teñirlas de negro a fin de controlar en debida forma y hacer cesar el mal”. Los mecánicos se presentaron ante el administrador, el cual manifestó que estaba resuelto a sostenerse (en la orden), y que si ellos no cumplían sus órdenes o estaban descontentos de ellas, podían presentar la renuncia. Todos los mecánicos, menos el jefe de salón de telares, renunciaron y se vinieron a Medellín a conversar con el inspector de fábricas, quien vino a la gerencia de la fábrica, donde aclararon el asunto y el inspector “les hizo ver lo mal que habían obrado, y les notificó que en adelante no les dejaría seguir usando los delantales acostumbrados por presentar serios peligros para ellos al prestar atención a las maquinas, pero que, en cambio, les haría fabricar una tela especial para overoles, a fin de vendérsela a precio de costo”.

En junio se presentó un segundo momento de protesta de sus 186 obreras y 14 obreros, en medio de la crisis económica general, porque la fábrica había tomado la decisión de rebajar los salarios de sus obreros. El Periódico El Correo de Colombia divulgaba que la rebaja de los jornales era del 25%, excluyendo a los obreros.

El gerente leyó en sesión extraordinaria de la Junta Directiva y delante del administrador de la fábrica Ricardo Correa, partes del periódico El Correo de Colombia, donde se divulgaba la huelga de las obreras en Rosellón. La huelga según informaba la prensa era la rebaja del 25% de los jornales a las obreras, excluyendo a los obreros. La indisposición de las obreras eran las tarifas que pagaba la empresa por el manejo de uno y dos telares, aunque se aclaró que también a los obreros se les había rebajado de $1.10 a 0.90 día.

Después de varios días de paro, dialogo, solidaridad de los hombres del taller, intervención del gobernador y el alcalde, así como el inspector de fábrica, la Junta Directiva autorizó sostener la antigua tarifa de pago por telar “no obstante considerar que los jornales devengados por las obreras son altos; que la mala situación general es alarmante; que las ventas son casi nulas, y que el stock de mercancías aumenta todos los días, resolvió ordenarle al sr. Administrador seguir sosteniendo la tarifa vieja para las obreras que manejan un solo telar, y para las que manejaban dos telares”.(Archivo Coltejer, Actas de la Junta Directiva de Rosellón, No. 363 del 18 de junio, y No. 364 del 24 de junio de 1929)

En enero de 1936 fue destacado el movimiento sindical y obrero a través de la primera huelga de la fábrica. En un principio fue declarada ilegal por el gobierno, en especial, porque se omitieron algunos trámites en el proceso de declaración, y la empresa tomó la decisión de cerrarla para presionar al movimiento a ceder sus pretensiones. Sin embargo, la huelga obtuvo una rápida y amplia solidaridad, no sólo entre los sindicatos afines sino en varios sectores de la población de Envigado y de sus autoridades locales y varios concejales. A ese punto había llegado la coincidencia de intereses, la conciencia social y el objetivo común. Porque si se mejoraban las condiciones labores, se obtenía un beneficio general y directo para todos. Finalmente, después de la intervención del gobierno nacional de López Pumarejo, en cabeza de su ministro de gobierno, Alberto Lleras Camargo, se firmó un acuerdo que reconoció a los obreros alzas de salarios, mejoras en los servicios médicos, vacaciones remuneradas en Semana Santa y Navidad, entre otros (Orozco, 1988, p. 284).

Aunque la crisis de 1930 había golpeado fuertemente la economía antioqueña y creado graves problemas de desempleo, se venía consolidando el sindicalismo con la aprobación de nuevas personerías jurídicas de siete en 1933 hasta 15 en 1935.  Por otro lado, el gobierno por su parte había expedido normas legales, como la Ley 83 de 1931, que definía los tipos de sindicatos, autorizaba las confederaciones obreras y determinaba que solo serían legales las huelgas aprobadas por las dos terceras partes de los miembros del sindicato y estableció los contratos colectivos.

La huelga de Rosellón de 1936 estuvo antecedida por una serie de huelgas anteriores: la del Ferrocarril de 1934 de amplia repercusión en Medellín; en heliconia con los trabajadores de las salinas de Guaca; de tranviarios, sastres, electromecánicos, de choferes, entre otros. Pero la que le dio mayor motivo a los obreros de Rosellón, fue la huelga de Coltejer en 1935, donde 500 de los 800 obreros abandonaron el trabajo. La protesta obtuvo la solidaridad de otros sindicatos y amenazaba con paralizar las actividades en la ciudad de Medellín, por lo que el presidente López Pumarejo presionó para firmar un acuerdo que aseguraba importantes conquistas salariales y el reconocimiento de la representación sindical y de la contratación colectiva.

10.Huelga y paro en 1936

Todo comienza el 13 de enero de 1936, cuando el presidente del sindicato José Antonio Guio, comunicaba la protesta del sindicato: “ayer en las horas de la tarde, el sindicato de Obreros al servicio de la Compañía de Tejidos de Rosellón, después de largas deliberaciones, presentó a la consideración de la gerencia de dicha empresa, el pliego de peticiones que los obreros y obreras hemos acordado en Asamblea General, presentado a la una de la tarde, con un plazo improrrogable de 48 horas. Si dentro de este término no se nos ha resuelto favorablemente, iremos a la huelga, para lo cual contamos con el apoyo de las diferentes organizaciones sindicales de Medellín y con el apoyo de toda la población de Envigado” (Periódico “El Heraldo de Antioquia”, Medellín, Martes 14 de enero de 1936, año X, número 3026, páginas 1 y 6). Con el fin de obtener mayor fuerza en la protesta, y teniendo presente la experiencia de la huelga en Coltejer, las comisiones de los distintos sindicatos de la industria textil, “estuvieron activando el movimiento con el fin de conseguir el apoyo de la totalidad de los sindicatos y parece que muchos de éstos les han ofrecido a los obreros de Rosellón, su apoyo incondicional”.

Desde mucho antes la Junta Directiva de Rosellón, sabía de los rumores que circulaban sobre un posible pliego de peticiones y la desazón que había causado entre los obreros el despido de su presidente José Antonio Guio, justificado por la empresa porque era de carácter transitorio. Después de estudiar el pliego, el día 15 de enero, la Junta directiva respondió así a cada una de las nueve peticiones:

El pliego de peticiones constaba de nueve puntos:

  1. Garantía de estabilidad en el trabajo y reintegro del compañero presidente, José A. Guío, despedido como revancha por nuestra organización sindical. Dice la empresa: “Hemos procurado y seguiremos procurando la estabilidad del trabajo en nuestra fábrica sin que esta costumbre implique obligaciones de nuestra parte fuera de las establecidas por la ley. El señor José Antonio Guío solicitó trabajo en nuestra fabrica el día 25 de octubre de 1935 y fue admitido por vía de ensayo, en carácter transitorio y sin compromiso de nuestra parte por tiempo determinado. No necesitando ya de sus servicios fue despedido antes de la presentación del pliego de peticiones a que nos referimos, con el ofrecimiento, ante testigos, de pagarle 5 días que se le restaba y una cesantía de 10 días más, que él se negó a recibir por causas que ignoramos. No rindiendo el sr. Guío el servicio que nosotros necesitamos, nos vemos obligados a negar su reingreso a la fábrica, pero aprovechamos la oportunidad para dejar constancia expresa de que su despedida no obedece a ”revancha” sobre la organización sindical de ustedes como lo manifiestan en su pliego.
  2. En caso de fuerza mayor, es decir, de falta de materias primas, superproducción o daño de máquina, que se le pague al obrero un mes de cesantía y que cuando tales causas hayan terminado que se le integre nuevamente a su trabajo anterior. Dice la empresa: “no nos será posible pagar a los obreros el mes de cesantía que ustedes solicitan ni adquirir el compromiso de reintegro cuando estas causas hayan desaparecido, porque en todos estos casos nos someteremos y cumpliremos estrictamente sólo las disposiciones legales vigentes.
  3. Cambio del administrador y de las directoras, señoritas Cleofe Henao y Carmen Pareja. Cambio del médico actual por otro que elijan los obreros, pagado por la empresa. Pago de jornal completo en caso de enfermedad y suministro de drogas. Que cuando la enfermedad sea grave o prolongada, hospitalización como pensionados, por cuenta de la empresa y que los obreros sean reintegrados a sus trabajos al recobrar la salud. Respuesta de la empresa: “tenemos un alto concepto de la honorabilidad, actividad, conocimiento, corrección y buena disposición hacia el personal de la fábrica del administrador, del sr. Médico y de las directoras e ignoramos las causas que ustedes hayan podido tener para solicitarnos el cambio de estos empleados. No obstante, esto, si ustedes tuvieran contra ellos algunos cargos concretos y comprobados, les agradeceríamos nos los hicieran conocer para estudiarlos con el ánimo de corregir cualquier irregularidad que aparezca comprobada.

Aun cuando el pago de jornal, asistencia y suministro de drogas a los obreros no figuran entre las obligaciones impuestos por la ley a los empresarios, Rosellón acostumbra conceder medio jornal, asistencia médica y drogas en todo caso de enfermedad, y en casos especiales, servicios quirúrgicos de médicos especialistas, hospitalización en clínicas particulares como pensionados.

  1. Salario mínimo de 0.50 centavos para los aprendices que no ganen un salario mayor. Aumentos entre 20% y 40% para obreros y obreras. La empresa responde: que los aprendices son una carga por los daños que causan en las materias primas y en las maquinas; se presta a los hijos y hermanos de los obreros un gran servicio, ocupando esos jóvenes; por la situación de la industria textil en general y los jornales percibidos, el encarecimiento de costo de producción, los imposibilitaban para hacer aumentos.
  2. Pago doble para el turno que trabaja de noche, sin supresión de ninguno de los turnos. Pago extra de la limpieza y prendida de la caldera. Media hora para tomar alimentos en la jornada continua de 8 horas y establecimiento de servicios sanitarios en el salón de tintorería. Pagos fijos los días sábados. Responde la empresa: se han reconocido recargos nocturnos; la limpieza de la caldera se realiza dentro de la jornada de 8 horas, los obreros gozan en la actualidad del tiempo necesario para tomar alimentos en la jornada, pero se reglamentará la media hora que ustedes solicitan”; se instalará un servicio sanitario en tintorería; no hay inconveniente en hacer los pagos los días sábados, en vez de los martes.
  3. en caso de falta de materias primas o de daño de las maquinas, el personal que trabaja al contrato se le pague la mitad del salario mientras dure la interrupción, sin perjuicio de lo que se saque en las maquinas que continúen trabajando. La empresa responde: “la compañía tiene especial interés en evitar las interrupciones en las maquinas, pero no puede acceder a la solicitud porque estaría fuera de las leyes y sería incompatible con cualquiera organización científica, fuera de que no se ve la justicia de la petición.
  4. Vacaciones remuneradas a razón de un día por cada mes trabajado y pago de cuatro días de fiesta en el año, días estos que serán elegidos por el personal. La empresa responde: “aún cuando no es obligación legal y queremos conservar libertad sobre este punto, hemos dado al personal obrero vacaciones remuneradas durante toda la semana de navidad, y algunos días de fiesta cívicas, costumbre que procuraremos conservar”.
  5. rebaja del precio en la mercancía que se vende a los obreros de la empresa o mejora de la calidad. La empresa responde: “el personal es absolutamente libre para comprar los productos de la empresa y si lo hace es porque sabe que dichos productos tienen un precio más bajo que en los almacenes de la ciudad”.
  6. Cumplimiento de las leyes sociales sobre seguros de vida, accidentes de trabajo y demás leyes obreras. La empresa responde: “la compañía ha tenido por norma invariable cumplir estrictamente todas y cada una de las leyes vigentes…pero si por cualquier omisión involuntaria hubiere dejado de cumplir, tendría especial cuidado en reparar la omisión tan pronto como se le informe sobre ella”. (Archivo Coltejer, Acta de Junta Directiva de Rosellón No. 290, del 15 de enero de 1936)

Aunque la empresa como se ha visto, realizó aclaraciones y respuestas a cada uno de los puntos, el sindicato no quedo satisfecho y prosiguió en su intención de declarar el paro, argumentando el vencimiento del plazo de 48 horas, plazo dado en la ley, “el movimiento de los obreros textiles de Rosellón ha culminado con la declaratoria del paro, hoy a la una y media de la tarde, por los 600 obreros.  La señal del paro fue dada por la misma sirena de la fábrica y en el mismo instante salieron a la calle con la mayor disciplina todos los obreros que ascienden a 600.  El entusiasmo es genera en toda la población de Envigado. La población entera está dispuesta a luchar hasta obtener el triunfo completo de nuestro modesto pliego de peticiones” (Carta al Heraldo: Envigado, 15 de enero de 1936. “El Heraldo de Antioquia”, Medellín, miércoles 15 de enero de 1936, año X, número 3027, páginas 1 y 7.).

La respuesta del alcalde en conjunto con el secretario de gobierno Eduardo Uribe Botero, fue desplegar 20 agentes de policía y de seguridad “para prevenir los conflictos que pudieran presentarse”, distribuidos en los alrededores de la fábrica y en los principales puntos de reunión de los obreros en Envigado.  Sin embargo, no había nada que temer, pues como las autoridades mismas constataron en la población reinaba la tranquilidad. El Heraldo de Antioquia informaba también que los obreros observaban “estrictas normas de cordura y que desde el momento en que decretaron el paro, han venido cuidando de la fábrica para evitar que elementos extraños al movimiento traten de comprometerlos en aventuras ajenas a sus sanas aspiraciones”. Además, el sindicato había sacado una resolución donde prohibía las bebidas alcohólicas entre los obreros, considerando al infractor como un “traidor y enemigo del movimiento”. Por igual, la organización consideraba que no se podía tolerar los elementos comunistas en el movimiento, incluso denunciaron a algunos que fueron luego arrestados, pues los consideraban “perjudiciales para los intereses de los obreros”.  (“El Heraldo de Antioquia”, Medellín, miércoles 15 de enero de 1936, año X, número 3027, páginas 1 y 7)

El concejo municipal de Envigado luego de una reunión extraordinaria resolvía solidarizarse con la lucha del sindicato, y prestarle todo el apoyo moral que fuera necesario y que las justas peticiones” fueran coronadas por el “más brillante éxito”.  Aunque también recomendaba a los huelguistas que se mantuvieran dentro de la ley, “única manera de lograr que sus derechos sean reconocidos”.

En casa de campo denominada El Guaimaro y cercana a la fábrica funcionaban las oficinas del sindicato y en sus alrededores, al aire libre, los obreros han montado cocinas donde las obreras preparan constantemente alimentos para proporcionarles a los obreros, los cuales permanecen atentos a los mandatos de sus directivas. De forma adicional, los huelguistas recibieron apoyo de los campesinos y el gremio de los matarifes (Alfonso Diez, Desiderio Montoya, Luis y Alberto Ochoa) con el suministro gratuito de los víveres durante el tiempo de duración del movimiento. También se organizaron bazares con el fin de colectar fondos con destino a los obreros. A los reporteros del Heraldo les aseguraban que el sindicato poseía fondos suficientes para sostener el paro hasta por tres meses. También habían recibido auxilio de las poblaciones de La Estrella, Itagüí y Caldas, en donde funcionaban comisiones de propaganda encargadas de levantar el entusiasmo en favor de la huelga.

Cuando la Oficina Nacional del Trabajo tuvo noticia del paro y las circunstancias, dirigió una comunicación donde advertía que se había decretado el paro sin antes haber llenado las formalidades que la ley establecía para los conflictos sociales, como era el sometimiento a los procedimientos de conciliación, etapa obligatoria según la ley 21 de1920, y por eso la Oficina había declarado el movimiento de protesta fuera de la ley.

Ante la decisión de la Oficina, los obreros decidieron realizar una manifestación pacífica el jueves 16 de enero en la tarde con el objeto de mantener el entusiasmo entre los obreros. La manifestación empezó a las 4 p.m. y después de recorrer las principales calles de la población, se disolvió a las 6 p.m. y los obreros se retiraron a sus habitaciones.

El viernes 17 de enero se dan las primeras detenciones y se enviaron más policías, ya que según las autoridades habían aparecido personas disociadoras y comunistas entre el movimiento, y por eso se había prohibido nuevas manifestaciones. Entre los detenidos estaba   Antonio Guio, presidente del Sindicato y “señoritas obreras” María Argelina Sánchez, Laura Botero de S. y Laura González Villa, y los obreros Alfonso Santamaría Restrepo y Jesús María Pérez. Como se puede apreciar siempre estuvieron las obreras presentes en los diferentes comités y delegaciones del movimiento, aspecto que subraya la importancia que tenían en la fábrica, como hemos señalado.

Ante las detenciones arbitrarias, el sindicato industrial de trabajadores del ferrocarril de Antioquia se manifestó ante el gobernador con el fin de solicitar su intervención y pedir su libertad incondicional. Así mismo, el comité de defensa sindical al conocer la orden de prisión contra los obreros y obreras aprobó una resolución que fijaron en carteles: “protestamos contra todos los atropellos y encarcelamiento de los compañeros…hacemos un llamamiento formal a todo el proletariado del país…a una manifestación ante el señor gobernador (Palacio de Calibío), a las cuatro de la tarde para pedir las garantías a que es acreedora la masa proletaria”. El gobernador justificaba las detenciones arbitrarias porque a su entender: “algunos comunistas influían a los obreros para salirse de las disposiciones legales, invitándolos a la subversión y al desorden, este despacho viose obligado a detener varios agitadores”. (Telegrama del Gobernador al Ministro de Gobierno Alberto Lleras Camargo, 20 de enero de 1936, “El Heraldo de Antioquia”, Medellín, Domingo 19 de enero de 1936, año X, número 3031, páginas 1 y 8)

También el sindicato para presionar la liberación de las obreras presas, dirigieron un telegrama el 20 de enero a los representantes liberales a la cámara de representantes Diego Luis Córdoba, Darío Samper, Gerardo Molina y Diego Mejía, donde les rogaban que interpelaran al ministro de gobierno sobre las causas legales del encarcelamiento de los obreros y las señoritas obreras. Luego de esta presión ejercida, las obreras y obreros presos fueron liberados el lunes 20 de enero.

Por su parte, la empresa inició una presión sobre el movimiento de protesta, cuando decidió abrir las puertas de la fábrica el lunes 20 de enero, a las seis de la mañana para todas aquellas obreras que deseaban retomar labores, reconociéndoles los salarios correspondientes a los días de paro trascurridos. A su vez, declaraba que rompería sus compromisos y obligaciones legales sobre aquellos obreros y obreras que habiendo abandonados sus puestos, no volvían a ocuparlos ese día. (“El Heraldo de Antioquia”, Medellín, Domingo 19 de enero de 1936, año X, número 3031, páginas 1 y 8).

El movimiento ganó en intensidad, porque a pesar de la resolución de la Junta Directiva, los obreros no regresaron a sus trabajos. Los huelguistas organizaron una manifestación ante el Concejo Municipal, en número de dos mil personas, según la prensa, hizo que la corporación manifestara al gobernador “el descontento que reina en la población por los atropellos que han cometido algunos funcionarios públicos; y haciéndose interprete del sentimiento popular sin distinción de clases, solicitar por su digno conducto del señor Ministro de Industrias, el envío de un funcionario de la Oficina General del Trabajo, que contribuya a solucionar la huelga con equidad, ya que el movimiento que llevan a cabo dichos obreros no es de carácter comunista y está causando graves perjuicios a la sociedad”. (El Heraldo de Antioquia”, Medellín, Lunes 20 de enero de 1936, año X, número 3032, páginas 1 y 4.)

Después de nueve días de paro y ante el encarcelamiento de su presidente José Antonio Guio, la directiva del movimiento eligió a Antonio Beltrán, antiguo trabajador y quien gozaba de toda la confianza de los obreros. Además aprovecharon la visita de Jorge Eliecer Gaitan, importante líder liberal y de gran aceptación en el movimiento obrero, para solicitar su concepto jurídico de los huelguistas, según la comisión de los huelguistas, Gaitan se mostraba en desacuerdo con la tesis que sostenía la Oficina General del Trabajo, que el movimiento estaba dentro de los trámites legales, que nada debían temer respecto de su posición jurídica, pues decía que el movimiento se venía desenvolviendo dentro de los trámites legales, entre otras razones, porque el periodo de arbitraje no obligaba sino a petición de una de las partes, y en el caso de Rosellón ninguna lo solicito.  Y para reafirmar la fuerza del movimiento, la comisión del sindicato terminaba diciendo que para el doctor Gaitán, la huelga era ejemplar y digna de imitarse por las organizaciones sindicales del país.

Entre el viernes 24 y sábado 25 de enero, el gobernador intento acercar a las partes, propiciando una fórmula de transacción, sobre todo en el aspecto de jornales y tarifas que más las distanciaba, pero la empresa luego de estudiarla, la rechazó y más aún afirmaba que por la falta de personal, se veía obligada a cerrar la empresa.

Sin embargo, otros aspectos del contexto como la “rebelión comunista”, abrieron la posibilidad de negociación. Efectivamente se divulgó la carta de Alberto Lleras Camargo, ministro de gobierno de López Pumarejo, al gobernador donde le planteaba la necesidad de reprimir o contener por lo menos la agitación comunista, respaldaba su actuación en el conflicto, pero lamentaba que una “mala orientación del movimiento obrero haya producido el resultado que estamos confrontando, desafortunado para los trabajadores de la fábrica…las autoridades legítimamente constituidas deben hacer cumplir las leyes y no pueden en todos los casos ofrecer soluciones satisfactorias para para todos, y mucho más cuando una de las partes manifiesta su deseo y lo realiza de no someterse a lo que la ley dispone. No es de ahora sino de hacer largo tiempo que aprovechando las libertades públicas de que goza todo ciudadano en Colombia, los elementos anarquistas, anarcosindicalistas, comunistas y aún los socialistas vienen tratando sin ningún acuerdo directivo entre si de dar un rumbo ilegal y subversivo a los trabajadores fuera de la ley en los casos de huelga. Pero en los últimos días este propósito se hace más claro y parece que por fin los comunistas han logrado obtener un control más definido sobre las otras tendencias aprovechando una organización mejor y valiéndose de los recursos que les suministran la ingenuidad o la ignorancia de las clases obreras colombianas o las fuerzas internacionales revolucionarias. También es notorio que se ha querido hacer de estos países americanos un campo de experimentación para la agitación subversiva”. “es claro que el comunismo está interviniendo abiertamente en todos los movimientos de obreros, ya para fomentarlos, ya para dirigirlos, ya para encauzarlos hacia la ilegalidad sistemática, ya para explotarlos”. “la simpatía que tienen las reivindicaciones justas del proletariado urbano y campesino en el gobierno y el afán de éste por servir equitativamente las necesidades de las clases desvalidas, han sido capitalizados como triunfos de las izquierdas extremas revolucionarias donde quiera que el gobierno ha logrado con su intervención restablecer la normalidad y la justicia”. (Titular: Se preparaba una rebelión comunista simultánea en Brasil y Colombia. “El Heraldo de Antioquia”, Medellín, lunes 27 de enero de 1936, año X, número 3039, páginas 1 y 3)

En vista de la “amenaza comunista”, el gobernador comenzó a impulsar una nueva etapa de negociación. Primero visitó el campamento de los obreros en el Guaimaro, en Envigado, donde conversó con ellos de la necesidad de acercarse de nuevo a la mesa, sobre todo porque no habían actuado según los tramites de ley y les dio su palabra de medir con la empresa para obtener las peticiones del pliego. Después convenció al gerente de la fábrica Juan Francisco Jaramillo de la disposición de los huelguistas de entrar en un acuerdo.  (“El Heraldo de Antioquia”, Medellín, miércoles 29 de enero de 1936, año X, número 3041, página 1).

El martes 28 de enero, luego de 16 días de paro general en Rosellón, las partes se sentaron junto con la mediación del gobernador J. Echeverri Duque, para acordar las bases de la negociación, especialmente con la mediación del concejal de Envigado, Pedro Nel Santamaría. Entre el miércoles 29 y jueves 30 en las horas de la noche se realizó el acuerdo amigable: “en virtud del cual, los empresarios de Rosellón acceden a casi todos los puntos contenidos en el pliego de peticiones primitivo. Los empresarios aceptaron un aumento proporcional en los salarios. En virtud de la póliza concertada ayer, los obreros regresarán hoy a la fábrica en las horas de la mañana y reglamentarias de acuerdo con el reglamento interno de la empresa” (Periódico “El Heraldo de Antioquia”, Medellín, viernes 31 de enero de 1936, año X, número 3043, páginas 1 y 3.)

Para dar un parte de tranquilidad y comunicar el éxito alcanzado, el gobernador J. Echeverri Duque dirigió un telegrama al presidente López Pumarejo: “Ayer a las 11:15 de la noche quedo pactado convenio sobre solución huelga Rosellón, siguientes términos generales: obreros con alta comprensión situaronse dentro de la ley regresando mañana a las doce a trabajar y en local fabrica se firmará pacto. La empresa, a su vez, con misma alta comprensión accedió mayor numero concesiones solicitadas”.

Los obreros esperaban con ansiedad la llegada del gobernador y sus secretarios de gobierno y hacienda, Eduardo Uribe Botero y Joaquín Cano, respectivamente, que debían llegar al medio día con el objeto de firmar allí la póliza acordada antier y en virtud de la cual se puso término al conflicto. Se firmo la póliza en los salones de los talleres.

Póliza de arreglo:

1.Estabilidad en el trabajo. No se despedirá a ningún obrero sino por mala conducta comprobada, incompetencia o por no necesitarlo la empresa. No podrá despedir a ningún obrero sindicalizado.

2.Cambio de las directoras, señoritas Cleofe Henao y Carmen Pareja.

3.Médico titular y médico adjunto. Este con las mismas funciones del primero. En caso de enfermedad se continuará pagando al obrero la mitad del salario durante el tiempo que aquella dure y se le suministraran las drogas prescritas por el médico de la empresa.

  1. Salarios. Jornales serán aumentados en la proporción siguiente: salario minimo a $0.50; de $0.51 a $1.01, tendrán un aumento del 12%; de $1.01 a $2.01 tendrán un aumento del 8%; y de $2.01 a $3.00, tendrán un aumento del 6%.
  2. Contratos. estos serán aumentados en la siguiente proporción: 12% para las bobinadoras; 10% para las tramas y retorcedoras; 8% para encarretadoras; 6% para urdimbres, mecheras y manuases; 6% para tejedoras; 5% para urdidoras. Cuando por cualquier circunstancia algún obrero no alcanzare a producir la cantidad suficiente para obtener el salario mínimo, automáticamente se le completará éste. La empresa fijará en lugares visibles de la fábrica las tarifas para contratos, a fin de que los obreros puedan liquidar su producción y rectificar sus cuentas.
  3. Los obreros que trabajen por turnos de 6 p.m. a 6 a.m., tendrán un aumento del 25% sobre el jornal que se pagare por el trabajo diurno. No se suprimirán los turnos actuales mientras las circunstancias así no lo exijan. Se pagará extra la limpieza y encendida de las calderas, siempre que tales trabajos se ejecuten en tiempo extraordinario.

7.Vacaciones remuneradas. Durante la semana de navidad, jueves y viernes santos, primero de mayo y los demás días de fiesta nacional, civil y eclesiástica que en lo futuro ordene la ley.

  1. Cumplimiento de las leyes sociales.

Firmada por: los empresarios: Juan Francisco Jaramillo; el delegado de los obreros Antonio Beltrán E., el Gobernador J. Echeverri Duque; el secretario de gobierno Eduardo Uribe Botero; el inspector nacional del trabajo, Juan Vallejo; el presidente del concejo municipal de Envigado Roberto Diez M.; el secretario del concejo Luis Eduardo Correa; el secretario de la inspección nacional de trabajo Carlos Restrepo R.

Esta protesta trastorno por completo la vida cotidiana de Envigado y demostró la relación estrecha entre sus obreros, su clase dirigente, a través del Concejo Municipal y el resto de los sectores sociales, pues los conflictos, dificultades y éxitos implicaban costos y efectos sociales y económicos de largo plazo para el municipio.

  1. Desastre natural

Fue un sábado 18 de junio de 1927, a las 8 y media de la mañana que se produjo el mayor desastre natural que afectó a Rosellón. Una colina más cercana a la fábrica, situada al noreste de la cuenca, se desplomó sobre algunos edificios, obstruyendo además el cauce de la quebrada.

Las causas del deslizamiento, según la revista Progreso (Progreso, No 13 junio 28 de 1927),  y de una comisión geológica contratada por la empresa, fueron las filtraciones de aguas subterráneas de un morro aledaño, que precipitó la caída de más de 200 mil metros cúbicos de tierra que pasó por encima de la quebrada La Ayurá, cubrió una cuadra de terreno, en la cual tapo la caballeriza, los muros de la fábrica, gran parte de la tubería y mató diez y siete trabajadores, 6 hombres y 11 señoritas. (Echavarría, 1947, p. 32).

A continuación, trascribiremos apartes del periódico Correo de Colombia (1927-1931), y El Heraldo de Antioquia (1927-1940) quienes cubrieron la noticia a partir del lunes 20 de junio de 1927 puesto que el hecho ocurrió el sábado 18; porque creemos que la voz del periodista es un testimonio invaluable y testigo directo.

“El derrumbamiento empezó como a unos 700 metros de distancia de la fábrica, llegó hasta ésta, de la cual destruyó la galería en donde trabajaban las señoritas. El aspecto que presentaba la fábrica con un pabellón en ruinas, con muchos techos vencidos, que los bomberos y los agentes de policía acababan de tumbar para evitar el peligro, era desolador. Al norte del edificio, los bomberos con el torso desnudo y calzadas las botas altas impermeables, trabajaban en abrir cauce a la quebrada, con herramientas y por medio de las mangueras que ayudaban mucho en la labor. La policía en los techos serruchaba las vigas entre el inmenso gentío que el cordón de la policía era incapaz de contener. Todos trabajaban como buenos, y ponían en su tarea ese empeño que tan buena idea da de solidaridad entre los hombres.
“Se nos dijo que el personal de la fábrica de hilados y tejidos de Rosellón constaba de unos doscientos trabajadores, inclusive mujeres, que reunidos los sobrevivientes, se tiene como dato cierto 172, de manera que faltan 38 obreros, de los cuales sólo se han encontrado nueve.”

Testimonio del Gerente de Rosellón Juan Francisco Jaramillo: “más tarde se extrajeron los cuerpos de tres obreros, los cuales no presentaban desfiguraciones, como los de ocho obreras que se sacaron en el transcurso del mismo día sábado 18 , algunas de las cuales sufrieron horribles mutilaciones. Que todos fueron entregados a sus deudos en cajas mortuorias suministradas por la empresa y se les dio sepultura en el cementerio de Envigado. Que durante todo el día domingo se trabajó activamente con el fin de descubrir los cadáveres del sr. Administrador y de los de tres obreros que faltaban, pero debido a las enormes dificultades que se presentaban para mover la gran cantidad de tierra que los estaba pisando y también a que era imposible localizar los lugares donde se hallaban, hubo que concentrar las actividades a seguir la brecha iniciada para la extracción de los primeros cadáveres.  (Archivo Coltejer, Acta de Junta Directiva de Rosellón No. 265, del 22 de  junio de 1927)

“Enrique Arango, trabajador de la fábrica, interrogado por nosotros, se acerca a decirnos: “yo me encontraba en la tarea de abrir un desagüe cerca de la fábrica cuando oí un ruido sordo y pavoroso debajo de la tierra. Aterrado alcé la cabeza cuando vi que el flanco de la montaña queda al lado derecho de la fábrica rodaba en torbellinos, produciendo un estrépito aterrador. Lleno de miedo salí en fuga precipitada para ponerme a salvo, y fue entonces cuando pude ver una multitud de obreras que se arrojaban por todas las puertas de la fábrica”.

“Proporciones del desastre. A una distancia de más de quinientos metros quedaba el perfil de la colina (perteneciente a Pacho Pareja) que se desprendió sobre la hondonada y la pequeñísima planicie y que, saltando por sobre la Ayurá, vino a arrasar gran parte de la fábrica. El doctor Adolfo Molina, el doctor Felipe Hoyos y el doctor Julián Cock, quienes habían llegado apresuradamente al lugar, a prestar su contingente de auxilio, como miembros de las empresas municipales de Medellín, calcularon que la parte prominente de la colina debió de tener de 120 a 150 metros sobre el nivel de la fábrica, y que por su extensión, toda la masa de tierra removida constituyó un volumen mayor de cien mil metros cúbicos, que cubrió varias cuadras de terreno, de césped, de plantíos, los eucaliptus y los pomales de la fábrica y gran parte de ésta”.

“Los sacerdotes. Acompañando a las autoridades municipales, alentándolas y encabezándolas, se hallaba el distinguido sacerdote don Marcelino Ochoa, cura de la ciudad nobiliaria, cubierto de lodo hasta la cabeza, sin medias, los zapatos hechos trizas, prodigando consuelos a las familias desesperadas, dando órdenes, tomando a veces la garlancha y la azada para abrir brecha a las aguas detenidas. A su lado, diligente y activo, el presbítero don Arturo Duque y otro anciano sacerdote, se empeñaban en la obra salvadora, por desgracia ya inútil”.

A las ocho de la noche, después de inauditos esfuerzos, apareció de entre la tierra un sombrero hacia el cual se precipitaron junto con quienes aguardaban ver aparecer alguno de los suyos. Los trabajadores, las unidades del cuerpo de bomberos y parte de la policía con el fin de intensificar trabajos en dicho punto. A poco rato fue descubierta una mano de la cual tomaron los concurrentes una argolla nupcial que correspondía al doctor Uribe Piedrahita, administrador de la fábrica. En estos momentos se empezó a descubrir una puerta forrada en cinc, lo que viene a confirmar nuestra información de la acción extraordinaria que el señor Uribe Piedrahita, murió como un héroe, tratando de abrir aquella puerta para conseguir salvar de la catástrofe a sus empleadas…en vez de huir, como lo hicieron los demás, trató de penetrar a llamar a sus obreras, consiguiendo que se salvaran muchas de ellas”.

“El Niño de Cesareo Ochoa. El espectáculo más conmovedor observado durante todo el día y parte de la noche, fue el presentado por un pequeño de ocho años de edad, quien haciendo guardia en la sepultura común, lloraba incansablemente y suplicaba: “sáquenme a mi papa aunque sea en pedazos”.

“Los trabajos de varias cuadrillas de trabajadores perfectamente equipados; don Wenceslao Escobar, quien personalmente instaló su planta en el lugar de los acontecimientos para abreviar los trabajos; el Padre Montoya, quien trabajó al lado de 20 obreros que suministró por su cuenta y las fábricas Posada Tobón y la Libertad, quienes enviaron las bebidas que necesitaban los obreros para fortalecerse, y esto gratuitamente”.

“Hemos sabido, lo que registramos con gusto que Mr. Davidson subdito inglés, gerente del Banco de Londres y Sudamérica, persona muy conocida y apreciada en nuestra sociedad, asumió una bella actitud en presencia del desastre. Una vez que estuvo en el punto de los acontecimientos, quitándose la americana y remangándose la camisa, pidió que le suministraran una carreta de las usadas entre nosotros para transportar tierra, y con ánimo y decisión se puso en la empresa de ayudar a la exhumación de los cadáveres, trabajando personalmente en el acarreo de tierra. Esta actitud honra altamente a Mr. Davidson y a su país, al cual representa como cónsul en esta ciudad. Nosotros nos permitimos felicitarlo y hacerle presente el testimonio de gratitud del pueblo de Antioquia”.

“las señoritas, de las once desaparecidas se desenterraron ayer durante la noche, ocho de ellas, cinco muertas y tres en estado agónico. Las heridas fueron conducidas inmediatamente al hospital de San Juan de Dios en donde se las asiste”.

“Por los supervivientes de Rosellón. Las noticias llegadas a la capital acerca del desastre han producido gran consternación. La colonia antioqueña se adelanta, con el apoyo de toda la ciudad, a constituir un comité para recolectar fondos para los sobrevivientes de la catástrofe”.

“El velorio de Ignacio Sánchez. Nuestro redactor presenció el velorio que se verificaba en la casa de Ignacio Sanchez, uno de los obreros de los trabajos del edificio que se construía en Rosellón, y que fue muerto por el derrumbamiento. Era un obrero de unos 40 años de edad, de fisonomía honrada y de mediana estatura. El espectáculo de dolor que presenció nuestro cronista es inenarrable, pues las mujeres y niños de la familia de Sánchez rodeaba su cadáver llorando de un modo desconsolador.  En la casa contigua a la en que se verificaba el velorio de Ignacio Sánchez, la madre de la señorita Deyanira Villegas, muerta a consecuencia del desastre que hoy lamentamos, gritaba enloquecida llamando a su hija, cuyo cadáver no ha sido todavía desenterrado. Esta pobre mujer inspiraba una lástima infinita, pues según entendimos no tenía más hijas que a Deyanira, de cuyo trabajo en Rosellón derivaba su subsistencia.

En aquella calle trágica, la gente se agolpaba a las puertas de las casas, dando inequívocas señales de compasión. En la casa contigua a la de la madre de Deyanira Villegas, se encontraba agonizante Evangelina Bolívar, obrera de Rosellón, rodeada de la consternación de sus parientes y amigos”.

“El señor José Efraím Bolívar, nos relató del modo siguiente el suceso, el cual presenció y del que escapó de una manera que puede llamarse milagrosa. José Efraím Bolívar es un campesino como de cuarenta años de edad, recién casado con Rosa Velásquez. Yo salí de mi casa como a las  siete y media de la mañana, con el objeto de quitar el agua que iba en exceso a la casa; y nos señalaba con la mano el punto donde su casa había existido y que ahora no es más que un rojo montón de tierra. Mi mujer, rosa Velásquez, me dio el desayuno y yo salí como dije a quitar el agua. Cuando estaba en lo más alto de la colina sentí un ruido mu grande y ví que se formaba como un remolino de tierra, espantoso. Entonces comencé a gritar, diciéndole a mi mujer que se saliera de la casa, aunque yo no sabía bien qué era lo que estaba pasando. Efraím Bolívar con las lágrimas en los ojos, sigue su relato así: vean ustedes las cosas de la vida; a pocas varas de donde yo estaba empezó el derrumbamiento que se llevó mi casa y sepultó mi mujer. Yo me quedé horrorizado durante mucho rato sin darme cuenta de lo que estaba presenciando, porque en un minuto desaparecieron mi casa, mi mujer, mis sembrados y todo. -Y cree usted que se debe a alguna fuente, a alguna humedad o filtración, este derrumbamiento? -Yo no sé a que sé deberá. Allá arriba no había fuente ninguna ni filtración ni humedad. Era un terreno sumamente seco, que además no tenía hendedura de ninguna especie. De pronto se “pelotió” todo esto, y nadie sabe por qué. Y José Efraím Bolívar se echa a llorar de nuevo desconsoladamente”.

 Cambios culturales

“Rosellón lo es todo”, se decía en esos años, entre los habitantes de Envigado. Esta frase era el síntoma de una nueva mentalidad y cultura basada en el trabajo y de una nueva concepción de familia y comunidad: “Qué satisfacción enorme sentíamos de pertenecer a la que llamaban familia coltejeriana, uno lo decía con la cabeza muy en alto: “yo trabajo en Coltejer”. Ello era grande. Por esos días más que una organización, Rosellón era una comunidad, una familia” (Palacio, 2000, p.16).

La fábrica inicio un proceso de cambio de ritmo de vida y noción del tiempo, que fue introducido paulatinamente en el comportamiento de los obreros y, en general,  de la población envigadeña.  El sonido de la sirena de la fábrica competía con el tañir de las campanas de la Iglesia, en la marcación de las horas; e impulsaba el movimiento apresurado de sus habitantes, ya quedaba poco tiempo para el ocio y el tiempo libre,  se introducía el principio “el tiempo es oro” con los valores de la responsabilidad y la puntualidad.  Estos aspectos configuraban el propósito de la élite empresarial por inculcar una disciplina capitalista del trabajo y reducir al mínimo el tiempo libre, como lo afirma Mauricio Archila (1990):

“Aunque en los primeros años era poco el tiempo libre que les quedaba a los obreros, ese escaso tiempo fue desde el principio motivo de conflicto. Para los trabajadores varones era el momento de diversión socializando las penas y las esperanzas de la vida laboral. En algunos casos fue también el rato para estudiar o para actividades económicas complementarias. Para las mujeres trabajadoras era el comienzo de la segunda jornada de trabajo, en el hogar. Para los empresarios era un tiempo dilapidado en diversiones que perjudicaban la disciplina laboral. Para la Iglesia Católica la inmoralidad era la que presidía en los ratos de ocio. Para el Estado, en el tiempo libre era donde se fraguaban las rebeliones. Y para los revolucionarios era cuando se alienaba a las masas” (p.2).

Y sin embargo, las diversiones populares se continuaron alrededor de lugares externos a la casa, donde se consumía alcohol como las cantinas y fondas, y éste uso del tiempo libre generó recelos en los empresarios que lo consideraban tiempo “dilapidado” y, por tanto, recurrieron al sistema de recompensas y multas en la fábrica, además de campañas morales. Como complemento a ese control, la Iglesia Católica y sus organizaciones sociales impulsaron diferentes grupos de oración, asociaciones de caridad, de instrucción, sanidad y mutualidad.

En la mente del obrero giraba el pensamiento de pertenencia a la empresa, de su utilidad y funcionalidad, al cumplir un destino “imprescindible”. Él tenía valor en la sociedad, en la medida en que contribuía con su fuerza de trabajo. Era un elemento fundamental en su progreso, por medio del crecimiento de la fábrica. Estas ideas se contrastan con fuerza, al momento de su jubilación, cuando se presentaba “el síndrome del pensionado”, un fenómeno psicológico de depresión en el individuo porque la vida había perdido su propósito, su razón de ser, su sentido de utilidad. Esta situación no nació de los obreros, fue el producto de un sistema empresarial, religioso, social y moral que vio la forma de moldear a una clase social popular, en una nueva cultura capitalista del trabajo, haciéndola parte indispensable de la cadena productiva.

  1. La idea de progreso

La instalación de la energía eléctrica y la fundación de las industrias, fueron aspectos considerados  como avances modernos por los habitantes de Envigado y de los cuales no debían sustraerse, si querían estar a la par de otros países industrializados o ciudades modernas del siglo XX.  El cosmopolitismo de la élite empresarial y su visión de los negocios impusieron la creencia decimonónica de idea de progreso en las poblaciones locales, convirtiéndose en la abanderada de la sociedad y de la cultura regional.

La llegada del ferrocarril con sus estaciones, sus locomotoras y la agitación de viajeros y mercancías, estimuló la imaginación y el entusiasmo de los pueblos; así también el alumbrado de calles, parques y barrios, amplió el horario del diario vivir y la diversión nocturna se fortaleció; por igual el tranvía con sus rutas integraban y acercaban aún más las comunidades. En definitiva, fue una época de grandes transformaciones técnicas y cambios en las condiciones de vida que eran percibidas como de un “progreso infinito”, de nunca acabar. Fue la demostración precisa del poder del hombre sobre la naturaleza y la confianza en sus capacidades para crear un mundo mejor. Un cronista de la ciudad de Medellín anotaba el cambio de la modernidad y el progreso en el transporte, cuando observaba “que muchos pasajeros del tren descendían de él para concluir su trayecto en tranvía. Como quien dice, para cambiar de material rodante tirado por carbón a material rodante tirado por electricidad. Eran cosas del progreso” (Ospina, 2004, p.140).

En Envigado, los líderes locales veían que la instalación del alumbrado eléctrico, así como la creación de industrias locales eran sinónimos de “civilización y progreso material” indispensables para la población y para el renombre de la ciudad misma. Así, como hemos señalado antes, concedieron exención de impuestos y también concesiones de aguas tanto para los asentamientos de fábricas como para la instalación de plantas de energía eléctrica. La sociedad comercial Heliodoro Medina y Cía, obtuvo condiciones favorables del Concejo Municipal en exención de impuestos por 20 años y el aprovechamiento de la quebrada La Ayurá, a cambio de emplear mano de obra de la ciudad. Posteriormente, como se verá más adelante, el vertimiento de tintas y la reducción del caudal para los productores paneleros y el uso doméstico; fueron quejas reiteradas de la población en siguientes años; lo que animo a que la clase dirigente de Envigado retomara el dominio de las aguas.  Además de Rosellón, otras fábricas aprovecharon las aguas de la quebrada La Ayurá para sus procesos industriales como la Fábrica Nacional de Chocolates, los talleres mecánicos y de fundición, entre otros (Preciado, 2007, p.109).

Un ingrediente de las concesiones a la “corriente del progreso”, fue la manera como las empresas locales se hicieron accionistas mayoritarios de las compañías eléctricas, y en menor proporción el municipio y algunos particulares, con el fin de obtener tarifas preferenciales al monopolizar el suministro de energía. La empresa Rey Sol (1912) obtuvo la mayoría accionaria en la Compañía de Instalaciones Eléctricas de Envigado creada en 1910, para el montaje de la planta eléctrica y la administración del servicio de energía. Ante la prevalencia de los intereses privados en la prestación del servicio y las protestas de la comunidad, el Concejo Municipal inició el proceso de recuperación de la compañía hasta lograr su municipalización en 1926. Igual ejemplo existió en Medellín con la empresa textilera Coltejer al obtener el dominio accionario de la Compañía Antioqueña de Instalaciones eléctricas (Preciado, 2007, p.117).

El tren y el tranvía fueron símbolos de ese progreso. Específicamente el tranvía, fue trazado hasta la “fracción El Poblado”, iniciándose en febrero de 1925 y al terminarse la línea, se dio al servicio con carros “Edwards de gasolina”, construidos especialmente. Más tarde y resuelta la electrificación de la vía, se prolongó la vía hasta el Club Campestre. Luego por medio de un contrato con el Municipio de Envigado, según Acuerdo No. 47 del 26 de marzo de 1928, el tranvía se prolongó hasta su cabecera.

Después de terminada la obra y puesta al servicio, se iniciaron las gestiones para reclamar la subvención a que le daba derecho la ley por valor de $340.501.35 de pesos. En el valor estaba incluido el valor de un “rectificador de mercurio”, que hubo necesidad de instalar en “La Aguacatala”, para transformar y convertir la corriente de alimentación para la línea del tranvía, a las inmediaciones de Envigado.

En los gastos de construcción estaba el ensanche de la carretera “del sur o del Poblado” indispensable para su uso y de vehículos particulares, y fue realizada entre la empresa del tranvía y la Junta Municipal de Caminos de Envigado.

Para el servicio inicialmente se utilizaron cinco carros, aunque la línea tenía capacidad para diez carros más. Este material rodante fue pedido a la Compañía “Internacional General Electric Co”, de Estados Unidos, y manufacturados por la casa J.G. Brill Co, y eran carros en acero, cerrados, con truck doble 35 pies y 2 pulgadas de longitud, tipo 177 S-I-X, cada uno con motores General Electric tipo G.E. 258-C, equipo doble de control de aire, iluminación y con capacidad de 40 pasajeros sentados.

Como la línea del tranvía en el casco urbano de la ciudad de Envigado, ocupó una de las calles vitales para el tránsito de vehículos (Cra. 43), el Concejo Municipal ordenó en 1929 (acuerdo 167, del 22 de abril, Ver archivo Histórico del Concejo), la apertura de algunas calles: prolongar la calle “José Manuel Restrepo” hasta empalmarla con la carretera que conducía a Medellín; abrir calles transversales que se unan con esa calle y la de “Miguel Uribe Restrepo” y -ensanchar la calle Miguel Uribe Restrepo, entre la portada andalucía y la Plazuela “Chinquinquirá”. (Mapa de las rutas del tranvía fue obtenido de: Allen Morrison (2008) Los Tranvías y los Trolebuses de Medellín. http://www.tramz.com/co/me/mes.html)

  1. La Revista Lanzadera

Otro elemento para afianzar la idea de progreso en el sector obrero y en la población, fueron los medios de comunicación impresos en las fábricas como forma de impulsar sus ideales productivos y patrones culturales; así, Coltejer-Rosellón impulsó la revista Lanzadera (1944) y otros órganos de difusión, que difundía la doctrina social católica, la literatura, la educación obrera, la recreación deportiva y las noticias del municipio.

Según el texto de Publicaciones Periódicas en Antioquia (1814-1960) de María Cristina Arango, el origen de la revisa Lanzadera data de septiembre de 1944, por iniciativa de las visitadoras sociales y trabajadoras Gabriela Arboleda y Berta Inés Martínez, quienes habían hecho un curso de periodismo. Dirigieron el semanario hasta el número 69, luego fue Bernardo Jaramillo, hasta el número 89, de la cual continuo Mario Escobar Velásquez, director del Instituto Obrero.

Uno de los escritores y colaboradores de estos directores fue David Henao Arenas, columnista, cronista, redactor, comentarista y reportero. “Hizo acertadísimas incursiones por el campo de la crítica literaria, e hizo su propia literatura, poética y cuentística, con rasgos propios y perfiles fuertes” (Agosto 29/53). En agosto de 1953, presentó renuncia en Sedeco y emigró a Bogotá. Escribió un artículo “La Descobertura de los frescos”,(publicado en la revista y en el periódico El Correo) que fue confundido su autoría con Fernando González (No.236, Septiembre 5).. Otro colaborador fue Tulio Salazar Osorio, que se retiró de Rosellón: “era de una inteligencia sobresaliente y de una sagacidad casi única para captar el lado interesante de cualquier tema, aderezándolo de forma habilísima para darle sustancia y cohesión periodística”.(No.236, septiembre 5/53)

En 1956 es dirigida por el departamento de Relaciones públicas, dirigido por Lucía Molina Vélez, y asume la información de otra publicación El Heraldo de Coltejer y se vuelve mensual, siendo Escobar Velázquez su jefe de redacción hasta 1958.  A partir de estos años, la revista deja los temas literarios y se concentra en formar a sus obreros (en higiene personal, seguridad industrial, etc.) y divulgar temas de su interés entre ellos, “Hemos escrito ya muchas veces que nuestra función periodística se puede resumir fácilmente en dos palabras: Educar, Orientar” (Editorial, No. 216, abril 18 de 1953); “que le sirva de órgano de divulgación interna en sus intereses y estreche el vínculo de amistad entre todos los trabajadores” ( No.42 de julio de 1960).

Mario Escobar Velásquez como director insistió en un mayor nivel de cultura entre la “masa trabajadora”, porque observaba que el obrero se “muere de desidia, se atraganta de pereza hasta la saciedad de una pereza intelectual” (Nuevamente la cultura obrera, ) y creía que el libro y las bibliotecas eran los elementos para romper con esa situación, porque la prensa y los periodistas no cumplía su tarea, dado “su sentido de lucro”. Y en un ensorto remataba su reflexión: “Obrero, encuéntrate a ti mismo, despierta a la lectura, vale decir: ¡dignifícate!”.

Imprimir cuentos cortos de grandes autores fue una intencionalidad en la revista, ejemplo: Un artista del trapecio  de Kafka. A partir de julio de 1953, se inició la sección de avisos, en la cual los trabajadores de la empresa, sin ningún costo, podían anunciar sus servicios, negocio o taller.

El más famoso director de Lanzadera, Mario Escobar Velásquez, nacido en Támesis, Antioquia, (1928-Medellín, 2007), fue un importante escritor y director de talleres literarios y de escritores en la Universidad de Antioquia, el Instituto Politécnico Colombiano y en Asmedas. Obtuvo el Premio Nacional de Literatura Vivencias (1979) con la novela Cuando pase el ánima sola y el Premio Internacional de Cuento Fernando González con el cuento “¿Te acuerdas, Margaritón?”. Recibió en el año 2000 el Premio a las Artes y las Letras del Departamento de Antioquia.

Como parte de sus campañas morales, Lanzadera publicaba artículos en su portada, por ejemplo, el titulado “Un algo reprobable”, donde llamaba la atención sobre el consumo de licor en las cantinas aledañas a los centros fabriles, “con los consabidos detrimentos en su faltriquera y en su salud, a tiempo que los tocadiscos pueblan el aire de melodías, la más de las veces insulsas y carentes de la más elemental belleza estética, musical o literaria”. (julio 18, 1953). El 12 de septiembre, vuelve de nuevo a recalcar el tema, en el artículo La cuestión alcohólica (No. 237).

Con el nombre de “Progreso”, se señalaba la situación de la ciudad de Envigado. Afirmaba que  se había convertido en un importante centro de población, con más de 30 mil habitantes con fama de ciudad industrial, con inmigrantes de todas partes del país, “acelerado ritmo de su urbanizaciones y construcciones; de ahí a la relativa carestía de la vida y los no moderados y justificados impuestos municipales; de ahí sus pujes de gran ciudad, con sus miles de traganíqueles atronando el ambiente en oras tantas cantinas; de ahí sus despiadados judíos criollos; y de ahí su gran número de  vehículos automotores y de pedal”.

Un hecho que resaltó la revista fue la visita del Presidente General Gustavo Rojas Pinilla el 15 de agosto de 1953, realizó un despliegue especial sobre el evento, informando los preparativos de la ciudad de Envigado para su recibimiento, en especial porque consideraba que era un sentidohomenaje de gratitud que en lo íntimo lleva cada colombiano para el Presidente, que terminó con la anarquía reinante” (No. 232, agosto 8/53). Recordemos que Rojas Pinilla llega a la presidencia en 1953 mediante un golpe de estado incruento, apoyado por la dirigencia política bipartidista, el ejército, los sindicatos, y los empresarios para terminar con el levantamiento de las guerrillas liberales y la violencia generalizada entre los partidos tradicionales por el control del estado y los cargos públicos.

Entre los eventos, estuvo la entrega de una llave de oro simbólica por parte del Alcalde, una copa de champaña en el concejo municipal, un escudo de oro y diploma como miembro honorario del Centro de historia, título e insignia de la orden del Carriel en el rango de Gran Caballero por la Sociedad de Mejoras Públicas, además de un “hermosísimo y fino carriel” elaborado en los talleres de Carlos Calle y por los “tres ases de la guarnielería”: Jesús M. Estrada, Gerardo Meza y Gregorio Rivillas. El carriel llevaba el escudo nacional en relieve y grabado del nombre del General, en “finísimo cuero de nutria”. Además, inauguró la clínica Santa Gertrudis, de propiedad de los Seguros Sociales, y recibió los homenajes de la industria, el comercio, el obrerismo y los educadores de Envigado. El sindicato de trabajadores de Rosellón ofreció un pergamino. Los dos periódicos de la época, “Vigías” y “bocetos”, lanzaron ediciones extraordinarias como expresión de adhesión al General. Se reiteraba y se advertía en la revista que la ciudadanía no debía portar insignias o vivas a partido político alguno, con el fin de reafirmar que su gobierno servía a “los intereses ciudadanos, a los del progreso y de la Patria”. (No.233, agosto 14/53)

El sentido humanista de la revista continua, al reafirmarse en 1963, que era un medio para humanizar las relaciones entre todo el personal de la empresa. En julio de 1964, se vuelve de tiraje bimensual, “para el mejoramiento cultural de los trabajadores”, volviendo los temas literarios, musicales y de cultura general. Después del silencio, en el período entre 1966 y 1971, se reinicia su publicación con temas de noticias de la empresa, como una necesidad de mantener a los trabajadores informados de las razones de las decisiones administrativas; además se amplía sus secciones con deportes, temas femeninos, de salud, de niños.  En marzo de 1975 deja de ser revista y se convierte en un boletín interno de la compañía.

  1. Industria y agua

Como hemos visto el acuerdo 22 de 1912, el Concejo Municipal puso en manos de Rosellón las aguas del acueducto público, al permitir que se emplearan para la producción de energía eléctrica que la empresa necesitaba.  Igualmente para que atravesara “por encima del antiguo camino del Retiro, una tubería de presión con la condición de que en ningún caso se cause perjuicio a dicho camino”, pero especialmente la firma comercial se comprometía a “a no causar disminución en ningún caso en el agua potable del Municipio” y a construir una acequia que llevara el agua de la fábrica a la ciudad, tratando en lo posible de no afectar a los que la usaban.

Esta concesión de uso del agua conservaba su carácter de bien público y por tanto, la empresa estaba obligada a respetar las decisiones del Concejo como garante y responsable de los derechos de los usuarios, en especial de los ubicados en la parte baja de la cuenca. Hasta ahí todo estaba bien, sin embargo cuando la empresa creció y su demanda del líquido vital se hizo mayor, se desarrolló un conflicto por su uso. En 1919, el Concejo empieza a ejecutar una política distinta, pasa de pensar en otorgar concesiones amplias, de “agua a manos llenas”, a una política de recuperación del agua como bien común, e intenta controlar los permisos otorgados a Rosellón y a la recién creada Compañía de Instalaciones Eléctricas.

Efectivamente, en mayo de 1920 se produce el fallo del Litigio entre la empresa y el municipio, el tribunal administrativo de Antioquia declaró nulo el acuerdo del concejo municipal, no. 22 del 2 de agosto de 1912, donde se aprobaba el contrato No. 23 entre el personero Javier Diez y Roberto Medina, en nombre de la H. Medina y Cía, el cual eximía de todo impuesto municipal a la compañía, “para la fábrica que se instalara, para la introducción de materia prima, tráfico de carros y autorizaba el uso de las aguas de la quebrada “Ayurá”, bajo ciertas formalidades”. Dicho acuerdo municipal fue aprobado por la gobernación el 6 de agosto de 1912, y elevado a escritura pública No1334, del 9 de agosto de 1912, de la notaría primera.  En consecuencia, se debía formular un nuevo acuerdo y contrato, dado que implicaba no solo el uso de las aguas sino el pago de impuestos.

El vertimiento de tintas a la quebrada ocasionó un malestar entre la población y se convirtió en el motivo urgente para que el Concejo fuera presionado a tomar medidas contundentes como intentar anular el acuerdo de 1912 y el contrato que había propiciado la instalación de la fábrica. En octubre de 1921, el alcalde había conminado a la fábrica con una multa de $500 pesos oro legal, si no se suspendía inmediatamente la tintorería, porque estaban ensuciando las aguas potables. La fábrica se comprometió a pagar dos policías que inspeccionaran la tintorería hasta “tanto que se termine el trabajo que se esta haciendo de un acueducto que lleve las aguas sucias a la quebrada de las Minas” (Archivo Coltejer, acta No 44 de Junta Directiva de Rosellón, del 29 de octubre de 1921)

El agua se había convertido en un elemento necesario no sólo para la generación de energía eléctrica en la fábrica, sino para las condiciones de salubridad de la planta física dado el incremento de personal, así como para el proceso de blanqueado y tintorería y para ello, en 1918, se había construido un tanque con una capacidad de 35.000 litros.

En abril de 1921, el personero municipal escribió una carta manifestando a la Junta Directiva de la empresa, “el deseo del Concejo de variar la toma del agua del mismo, para lo cual necesitaría tomarla inmediata al desagüe de la Pelton de la fábrica de Rosellón y por tal motivo propone un contrato sobre cesión de la faja necesaria o  constitución de la servidumbre del caso inclusive la cesión de los derechos adquiridos por la compañía para la conducción del agua de la Pelton hasta el acueducto del municipio, pidiéndoles las bases en que la compañía haría tales cesiones”.  Heliodoro Medina como gerente primero de la fábrica pidió autorización de la Junta Directiva (representantes de los accionistas) para hacer un nuevo contrato con el municipio de Envigado, pues según él, habría una ventaja para la compañía, “dadas las condiciones que exigirá para tal cesión, o sean: que el municipio se comprometa a construir una defensa en la toma del agua para evitar los desbordes de la quebrada que frecuentemente se convierten en grandes avenidas perjudiciales para la fábrica, que este permiso será concedido mientras no perjudique los intereses de la compañía, convirtiéndose en servidumbre que el municipio se obligue a prescindir  de los pleitos que actualmente sostiene contra la compañía” (Archivo Coltejer, actas de Junta Directiva, 1921)

Como puede apreciarse, el Concejo a través de su Personero deseaba terminar las prerrogativas otorgadas en materia de impuestos y aprovechamiento del agua, pero las palabras de Heliodoro Medina como representante y ante la Junta Directiva, expresaban que estaba de acuerdo siempre y cuando el nuevo contrato tuviese unas condiciones ventajosas para la compañía.  La discusión del nuevo contrato se llevaría varias discusiones divididas al interior del Concejo, entre los concejales que estaban a favor de la renegociación y los que pensaban “fuera de razón el que a una fábrica se le pueda cobrar impuestos, y a la vez se trata de impedirle el uso del agua de que se sirve para mover la maquinaria” (Archivo Histórico del Concejo de Envigado, actas 1919-1921)

Otras voces como la familia Botero, apoyaron la posición del municipio, pues su interés era mantener el uso de las aguas para su finca Andalucía, donde molían caña, producían panela y criaban ganado. Finalmente, la discusión se delató y fue solo hasta 1940, que el Ministerio de Economía Nacional le otorgó a la fábrica nueva concesión que le daba pleno control sobre el uso del agua tomada de la quebrada La Ayurá. Este cambio se explica por “la centralización administrativa del recurso hídrico en el país, la carencia de recursos municipales para realizar mejoras urgentes en el acueducto público y la tendencia a la fusión de las industrias textiles en Antioquia” (Preciado, 2007, p.128)

  1. Desarrollo urbano

El tránsito de pueblo a ciudad fue un proceso de largo aliento, se inicia con la fundación de las fábricas textileras, la expansión urbana con nuevos barrios, y continúa hoy con la creación de nuevas centralidades de comercio y servicios.  En Envigado, el establecimiento de Rosellón propició principalmente el desarrollo del sector oriental de la ciudad, entre otros y la ampliación de su sector tradicional, alrededor del parque, abrió nuevas calles y zonas futuras de expansión urbana, como el barrio Mesa Jaramillo (1923-1926), el Barrio Obrero, la margen nororiental de la quebrada La Ayurá, las lomas del Escobero y las Brujas, La Mina y Chinguí. De igual manera, en el sector de El Salado, la fábrica requirió la apertura del camino que conducía a sus instalaciones, lo que propició el surgimiento de casas a lo largo del mismo y la urbanización de las tierras aledañas (Gómez, 2010, p.29).

El Barrio Mesa Jaramillo, fue impulsado por la casa comercial Heliodoro Medina y Cía, accionista de Rosellón, con el fin de dar vivienda a sus empleados y ensanchar la calle que conducía a la fábrica. Para tal efecto, se aprobó un contrato entre el Municipio de Envigado, a través de su Personero Pedro Pablo González y la casa comercial, mediante acuerdo del Concejo No. 26 del 24 de julio de 1923. El acuerdo estipulaba los siguientes aspectos:

  1. Urbanización del Barrio “Mesa Jaramillo”, en honor del educador e historiador José María Mesa Jaramillo, fue director del Archivo Departamental de Antioquia, docente de catedra de la Universidad de Antioquia y miembro de la Academia Antioqueña de Historia.
  2. Urbanizar o sea construir casas, ensanchar la calle de Rosellón, cesión y venta de las calles y carreras del barrio, a igual que la apertura, arreglo, encascajado, arborización, suministro de agua y alcantarillado.
  3. La casa comercial cedía la propiedad y posesión de las calles y carreras que estaban demarcadas y las futuras: la “Avenida Central”, “Carrera de Camilo Torres”, “Carrera de Nariño”, “Carreras Sucre, Policarpa y Caldas”.
  4. Venta de faja de terreno de “once varas y cincuenta centímetros de anchura, en toda la extensión en que su dicho terreno bordea el camino de Rosellón, y cuya área total es de 3.499 varas cuadradas, de ochenta centímetros cada una.
  5. El precio del terreno, según el valor de la vara a 40 centavos de oro legal, fue de $1.399 pesos, los cuales debió pagar el Municipio con sus intereses del 12% anual, en 48 mensualidades, contadas a partir de la firma de la escritura.
  6. En cuanto al municipio, este se comprometía: a la variación o el desvío del acueducto, a dar en arrendamiento a sus habitantes hasta media paja de agua por cada edificio, a arreglar las calles y arborizar en un año, a iluminar eléctricamente el barrio, construir el alcantarillado.
  7. El valor total del contrato fue estimado en $3.500 pesos oro legal.

La creación del Barrio Mesa Jaramillo obedecía también a la implementación del Plano de Envigado Futuro, según ordenanza departamental No. 15 del 2 de abril de 1918 y donde se establecía el ensanche futuro de Envigado, con proyecto de nuevas vías, plazas y bosques, y especialmente avenidas (Acuerdo No. 23, del 29 de septiembre de 1919). Y en ese proceso de planeación del municipio, cercano al Barrio Mesa Jaramillo, se emprendió la tarea de proyectar por cuenta del municipio la construcción de “habitaciones para obreros”, por eso mediante acuerdo No. 16 del 10 de julio de 1921, se declaró de utilidad pública la adquisición de la finca de propiedad de la señora Mercedes Restrepo de Pareja, situada en el costado oriental o sureste de Envigado (Archivo Histórico del Concejo de Envigado, acuerdos, 1921).

El Plano fue diseñado por la firma de arquitectos Olarte, Vélez y Cía, quienes remodelaron el famoso Teatro Bolívar, que se ubicaba en la calle Ayacucho, con jardines interiores, una magnifica acústica y con una capacidad de 1278 personas.  En el Teatro Bolivar concurrían estudiantes y personas de la élite a conferencias, recitales poéticos y conciertos.   Los aficionados al teatro, la ópera y el ballet pudieron apreciar en el Teatro Bolívar orquestas, concertistas, compañías de ópera y zarzuela y grupos de teatro extranjeros y del país.

El barrio Jesús María Mejía, o barrio obrero como es conocido, fue construido por Rosellón en un lote de terreno de 12 cuadras, y comprado a la Sociedad Félix de Bedout e hijos para destinarlo a vivienda obrera. El fomento y creación de los barrios obreros, en esa relación fábrica-población, permitió a los propietarios de la empresa, la posibilidad de anclar a sus trabajadores, darles sentido de pertenencia y evitar las dificultades en los desplazamientos urbanos, dado que los trayectos comenzaban a hacerse más largos.  Como bien lo afirman, los ex trabajadores Rodrigo Diez y Gustavo Palacio: “En ese tiempo contábamos con la escuela gratuita para nuestros hijos y con el famoso barrio obrero. Por tales razones el grado de convivencia entre las familias de los trabajadores era muy alto. Se veían los hijos en la escuela, las señoras en las cuadras y los trabajadores en la planta” (Palacio, 2000, p. 17).

En una visita a Envigado hecha por Enrique Echavarría, describe a la perfección el carisma del barrio:

Nos mostró el doctor Posada (Jaime Posada Ángel), el bello barrio Rosellón a la entrada de Envigado: anchas calles y avenidas bien arborizadas; cerca de ochenta casitas, que la compañía ha construido, para alquilar a los obreros a bajo precio. En la parte alta cerca de la fábrica tiene ésta acabadas unas treinta, para el mismo fin. Las casitas del barrio son pintorescas, claras, aireadas, provistas de agua abundante y de luz eléctrica. Por el modo simpático de presentar esas viviendas, ha subido el nivel de vida de sus moradores, según atinada observación del doctor Posada: allí las paredes adornadas con imágenes de santos y graciosas láminas; allí las ventanas lucientes con cortinas de telas muy pintadas, marca Rosellón, y allí en los patios bajo los aleros, tiestos y jarras con florecidas matas” (Echavarría, 1942, p.33-34)

Otro aspecto de la influencia de la empresa en la población fue la creación de varios servicios de beneficio social como la escuela, el Comisariato o almacén, donde le vendían diferentes artículos, el restaurante y la Cooperativa Rosellón (1953), que buscó incentivar el ahorro y mejorar el nivel de vida de sus asociados (Restrepo, 2005, p. 50).

Como apoyo y complemento al trabajo social, algunos particulares impulsaron la creación de la parroquia de San José (1952), patrono de los trabajadores, ubicada a pocas cuadras de la fábrica, donde laboraban cientos de obreros. El templo de estilo neogótico, se construyó en terrenos donados por las hermanas Elvira y Lucrecia Rendón. Su primer párroco, Antonio José González, comentaba en 1956 sobre su labor en el medio obrero y sus creencias religiosas: “solo me resta por decir que anhelo, con todas mis fuerzas, el mejoramiento permanente de la vida espiritual de la parroquia, así como el mejoramiento material de varios miles de obreros que componen mi grey y cuyo fervor y entusiasmo religioso me ha llenado siempre de satisfacción y de orgullo” (Monografía de Envigado, 1959, p. 116).

  1. La mentalidad religiosa

La población envigadeña y en especial, los obreros,  fueron objeto de formación en el pensar y en el actuar, en su cultura y su moral, a través del cristianismo católico y su doctrina social  que se puso en acción con diferentes grupos religiosos, como los Hermanos Lasallistas, las Hermanas de la Presentación, los grupos marianos, así como la Juventud Católica, la cual impulsó la erección del monumento a Cristo Rey en la avenida del barrio Mesa Jaramillo (1931) y la estatua de la Santísima Virgen en el Barrio Obrero o Jesús María Mejía (1941), entre otros altares y consagraciones, que permanecen en el paisaje urbano y en las expresiones y prácticas de su población.

La mentalidad religiosa en la época de modernidad y comienzos del siglo XX, estuvo marcada por la labor del padre Jesús María Mejía, “el forjador  del alma envigadeña” (Centro de Historia de Envigado 2010, p.221), porque impulsó el fervor popular y las creencias católicas entre los obreros y la sociedad envigadeña, al impulsar la construcción del templo principal de Santa Gertrudis, apoyar los grupos católicos mencionados y, especialmente, porque propició el arte de la imaginería religiosa entre los artesanos locales. Esta expresión se convirtió en una industria local, al crearse familias enteras de talladores, forjadores y orfebres, algunos  de proyección regional y nacional, por sus obras como Francisco Eladio Rojas, Misael Osorio Ramírez y Álvaro Carvajal (Sánchez y Mejía, 2011, pp. 127-129).  Las nuevas esculturas, superaban a las importadas de España y Europa, y establecían parámetros novedosos en la representación simbólica de los personajes y escenas de la biblia. El nuevo arte, propiciaba no solo mayor culto y veneración entre los envigadeños sino un sentimiento de admiración y orgullo de las potencialidades y capacidades de los artesanos locales.

Las manifestaciones de lealtad a la empresa como comunidad cristiana, se ven con claridad en las expresiones populares y religiosas, como fueron las fiestas patronales de la iglesia de Santa Gertrudis en noviembre de cada año. Rosellón y los trabajadores de cada sección participaban en el “novenario” de la parroquia, con su estandarte y alegorías a la virgen:

Era una fiesta maravillosa, todos estrenábamos y nos poníamos cachaco. Ahí no se sabía quién era administrador o trabajador raso. Todos engalanados, abundaban las corbatas, los moños los encajes y los zapatos de charol. La calidad de las telas ni se discuta, eran las mejores, las que provenían de nuestras manos. Las mujeres emperifolladas dejaban traslucir todo su garbo. Ese día todo lo que nos llenaba de orgullo se agolpaba en nuestros pechos, en nuestros rostros y en nuestras calles. Se agolpaba la alegría de la empresa, la del culto y la plenitud de la compañía familiar. Ese día obviamente no se laboraba. Temprano en la mañana teníamos un desayuno para todos los trabajadores. Después había rifas por motivo de las fiestas; a la patrona la engalanaban en una forma hermosísima y así, ataviada, era puesta en una carroza acolchada con algodones de todos los colores. Desde la factoría, como si fuéramos su manto, bajábamos la virgen en desfile al parque, acompañada de toda la comunidad: el gerente, el administrador, todos los empleados, la feligresía en general (Palacio, 2000, pp. 17-18).

Este moldeamiento religioso sobre los obreros y en general, sobre la población, no escapo al ojo crítico de Fernando González, el filósofo de Otraparte, quien dijo en la Revista Antioquia en 1936: “el muchacho envigadeño es maligno, inquieto, trepador de torres y tapias, poseedor con anzuelo, atarraya, tacos y totuma achicadora. Pero últimamente, con la fábrica de Tejidos de Rosellón, Medellín le ha contagiado a Envigado la sífilis, y los niños se están volviendo raquíticos” (González, 1936, p.299). Esa intrepidez y vivacidad de los muchachos fueron menguadas por los sometimientos disciplinarios fabriles, que permearon la familia, la escuela y las diversiones infantiles.

  1. Crisis económicas

“En 1919 había en Medellín una formidable inflación económica. Todo lo flotantizable se flotantizaba. Samuel Restrepo G. (quien luego se convertiría en accionista), ágil en la comprensión y activo en los negocios, pasó un día por el almacén de los señores Medina y, dando con la mano un golpe en la puerta, dijo: “Flotanticen eso, yo se los flotantizo”. Dicho y hecho. Emitieronse acciones de $21 pesos y se lanzaron al mercado y éstas fueron compradas al momento. Había fiebre de negocios. Esas acciones subieron de precio y llegaron al valor de treinta y cinco pesos. Presentose a poco la fuerte crisis del año veinte, y dichas acciones bajaron hasta $4.50, por consiguiente hubo ruinas y quiebras” (Echavarría, 1947, p.31).

En 1919 se emitieron acciones a $ 21 pesos cada una y por la alta inflación y “fiebre de negocios”, subieron hasta $ 35 pesos. Eso se llamaba Flotantizar una empresa.

Flotantizar es elevar el nivel de capitalización de la empresa a través de la especulación del valor de las acciones, incentivar el alza de su valor sin ser directamente reflejada en los mejores desempeños de la fábrica, para apropiarse de la inflación lograda a través de la compra y luego venta de las acciones cuando alcanzan su  punto máximo de valor, antes de su precipitación y caída, esas diferencias entre precio inicial y precio final es la ganancia de los corredores de bolsa o especuladores que vuelven atractivas unas acciones determinadas a través de informaciones ambiguas, verdades a medias o totalmente falsas. La sagacidad y la habilidad del inversionista está en saber comprar y vender en el momento justo. Por eso, en la flotantización de la fábrica Rosellón de 1919, solo beneficio a unos pocos que sabían de lo artificio del asunto. “La fiebre de los negocios”, es decir, del ánimo de enriquecimiento rápido en el mercado accionario facilitó aún más la especulación de aquellos. Por eso Enrique Echavarría hace elogios a Roberto Medina, accionista de la empresa, quien salió avante de la flotantización, pues fue el menos perjudicado y, por el contrario, “gracias a su talento y habilidad, salió ileso y rico de semejante prueba”.  Las operaciones especulativas en el valor de la acción le permitieron a Roberto fundar una casa de comisiones en Nueva York, y luego, con su experiencia creó en Bogotá la fábrica de tejidos Monserrate.

La descapitalización de la empresa por las razones mencionadas, además de las menores ventas de sus productos fue la segunda crisis que llevó a que se tomaran varias medidas como fue la rebaja de salarios, fiscalización y estudio de los procesos productivos, reducción de personal “incompetente”, daños mecánicos, refinanciación de créditos, ampliación de plazos, pagos con mercancías en bodegas o hipoteca de producción a futuro. Estas últimas medidas obedecían a los empréstitos alcanzados con los bancos como El Banco Mercantil Americano de Colombia por $ 50 mil pesos o The National City Bank of New York que amenazaban con la desconfianza en el desempeño de la empresa y por tanto con la amenaza de embargo. Así la Junta Directiva en junio de 1920, invitaba a las directivas del Banco Mercantil, para que conociera “las fábricas y así el capital social involucrado. Igual se envió copia del balance general”.  Finalmente, en diciembre de 1920, Heliodoro Medina gerente primero informaba a la Junta Directiva el cierre de las fábricas “porque las ventas han disminuido tanto que en este mes solamente se vendieron $4 mil pesos” y la suspensión de los despachos a todos los fabricantes de maquinarias como a los señores Isaac &Samuel en Londres, hilazas y materias primas, además de la insolvencia de la empresa para hacer frente a sus acreedores.

Por ejemplo, en diciembre de 1919, en vísperas del balance general de fin de año, la fábrica de Tejidos Hernández, presentaba dificultades en sus inventarios debido a una mala administración de su gerente, Antonio A. Álvarez, lo que arrojaba una pérdida de $12.711 pesos. Finalmente, para los balances de las tres compañías (Rosellón, Hernández y Encauchados), fueron aprobados por la Asamblea General de Accionistas, con la decisión de repartir dividendos, luego de la cuenta de pérdidas y ganancias, de 40 centavos por acción (Archivo Coltejer, actas de Junta Directiva, 30 de diciembre de 1919).

Otra crisis de Rosellón fue en junio de 1927 cuando fue destruida parte de sus instalaciones, debido a un deslizamiento de tierra que paralizó su producción durante varios meses, además de la gran pérdida de obreras y obreros. Sin embargo, antes de terminar ese año estaba nuevamente funcionando.

En 1930, sobreviene una nueva crisis, debido esencialmente a la crisis financiera originada en Nueva York, que afectaba la economía del país con el cierre de créditos, restricción de demanda y retiro de inversionistas. “En Medellín, las quiebras comerciales abundaban, el movimiento del ferrocarril cayó, las fabricas mermaron su producción y algunas se liquidaron y cerraron, el consumo de carbón y de electricidad bajó fuertemente y el desempleo y la mendicidad proliferaron” Se pasó de siete mil obreros y obreras en ciento cincuenta fábricas y talleres a solo cuatro mil personas en las empresas industriales (Poveda Ramos, 1996, p.321)

El 31 de diciembre se liquida la antigua compañía Rosellón con una pérdida de $330.000 pesos de capital, más los fondos de reserva y se constituye una nueva sociedad denominada Tejidos de Rosellón S.A. y cuyo capital fue de $675.000 pesos oro legal, dividido en 6.500 acciones nominales de a $10 pesos oro legal cada una (Antioquia Industrial, 1931, p. 93 y Echavarría, 1947, p.32). en este período de transición estuvo dirigida por Juan Francisco Jaramillo Zapata y la Junta Directiva compuesta por Francisco L. Moreno, José Pablo Toro, Jorge de Bedout y Leónidas Moreno. Con la nueva transformación, la compañía fue dotada de nueva maquinaria y moderna, como fueron los telares automáticos, produciendo variedad de artículos como lienzos, drilones, listados, popelinas, oxfords, driles, javas, carolinas, coletas, sábanas, toallas, sobrecamas, frazadas, entre otros. Fue tal el éxito en la nueva reorganización, que obtuvo en 1931, el primer gran premio “gobernador del Departamento”, otorgado “Al mejor expositor industrial”, en la Exposición Industrial de Pereira.

En la última etapa como industria textil independiente (1940-1943), Tejidos de Rosellón, (década de 1940 ) tiene relevo gerencial al renunciar Juan Francisco Jaramillo, quien la dirigió por 21 años y la dejaba con un capital de tres y medio millones de pesos. Jaramillo es sustituido por Jaime Posada Ángel, que continuó el plan de modernización y actualización al incrementar en más de 600 telares modernos y automáticos; la sección de hilados complementada con la sección de tintorería, con 1400 trabajadores, entre empleados y obreros.

Por estos años, específicamente de 1938, la ciudad de Envigado poseía 14.054 habitantes, la mayoría ubicados en las zonas rurales, y contaba además de Rosellón con varias empresas de importancia, las fábricas de calzado Grulla,  La Bota del Día, Rey Sol, contando cada una con 80 obreros, varias fábricas de bocadillos, una empresa de curtimbres y otras pequeñas industrias. “la estadística acusa un número de 1081 personas dedicadas a las industrias manufactureras” (Monografía de Antioquia, Envigado, 1941, publicado por Cervecería Unión).

  1. Conclusión

Es indudable que Rosellón dejó una huella profunda en la ciudad de Envigado, que aún hoy, se ve en el paisaje urbano, en la cultura local y en las personas mismas. Fue un referente obligado en el desarrollo del municipio, sus crisis y paros, que afectaban de forma considerable su economía y sus familias. Coltejer-Rosellón creó un parámetro social para los trabajadores que fue modelo para el capitalismo paternalista, con sus diferentes programas, cuyo derrumbe se empieza a evidenciar por la arremetida de las políticas neoliberales que le dieron protagonismo al capital financiero y especulativo que obligó a una transformación radical del modelo industrial. Además la irrupción del narcotráfico dio al traste con la idea del trabajo como productor de riqueza. La muchachada “raquítica”, como decía el brujo González, ya no quería gastar su vida en los telares ni sufrir el “síndrome del pensionado”. El espejismo del narcotráfico los encandiló.

Coltejer-Rosellón comenzó a desaparecer a partir de 1995, cuando sus directivos decidieron reorganizar sus plantas de producción, cerrar las instalaciones de Rosellón, y trasladar sus máquinas y trabajadores a Sedeco. Algunos continuaron, otros negociaron su salida recibiendo una precaria liquidación y pensión. Posteriormente los terrenos que ocupaba la fábrica se convirtieron en nuevas urbanizaciones y unidades residenciales de estrato cuatro; y, en una franja que se utilizó como medio de pago al municipio, por deuda de impuestos, se constituyó en el espacio donde se levantó la actual Institución Universitaria de Envigado.

El narcotráfico se valió de lo conquistado en lo mental y lo religioso por parte del modelo empresarial, para reclutar “mano de obra” para sus funestos propósitos. No en vano como sucedió en Bello, se supo que muchos de los sicarios de la época fueron hijos de los obreros de Fabricato. En cambio, en Envigado el asunto fue distinto, hubo una centralización de la “inteligencia” táctica de este nuevo fenómeno. Rosellón desapareció pero quedó una religiosidad y actitud de disciplina del trabajo que permea sus habitantes hasta hoy.

Referencias

Anónimo (1959). Monografía de Envigado. Revista Distritos, 26, Medellín: Ediciones Hemisferio.

Arango, L. (1991). Mujer, Religión e Industria: Fabricato 1923-1982. Medellín: Editorial U. de A.

Archila, M. (1990). El uso del tiempo libre de los obreros: 1910-1945. Anuario Colombiano de Historia Social y de la Cultura, N. 18-19, Santa Fe de Bogotá.

Archila, M. (1986). La otra opinión: la prensa obrera en Colombia, 1920-1934. Anuario Colombiano de Historia Social y de la Cultura, N. 13-14, Universidad Nacional.

Archivo Histórico de Antioquia (A.H.A.). Estatutos Compañía de Tejidos Rosellón. Escritura 25 del 7 de enero de 1915, notaría primera.

Botero, F. (2003). La industrialización en Antioquia: Génesis y consolidación 1900-1930. Medellín: Hombre Nuevo Editores.

Brew, R. (1977). El Desarrollo Económico de Antioquia desde la Independencia hasta 1920. Santa Fe de Bogotá: Banco de la República.

Centro de Historia de Envigado. (2010). Personajes de Envigado en el siglo XX. Medellín: Editorial Lealon.

Concejo Municipal de Envigado (1912). Acuerdo 22 del 2 de agosto de 1912.

Correa, A. (2003). Bello 1920: primera huelga de obreras en Colombia. Revista Huellas de Ciudad, N. 20, Centro de Historia de Bello.

Echavarría, E. (2003). Crónicas e Historia Bancaria de Antioquia. Medellín: Instituto Tecnológico Metropolitano.

Echavarría, E. (1942) Historia de los textiles en Antioquia.  Medellín.

Gómez, M. (2010). Tejidos de Memoria. Medellín: Divergráficas.

González, F. (1997). Antioquia.  Medellín: Editorial Universidad de Antioquia. Poncio Pilatos envigadeño (semana santa en Envigado)

Londoño, P. (2004). Religión, Cultura y Sociedad en Colombia. Santa Fe de Bogotá: Fondo de Cultura Económica.

Mejía C., J. (2012) Diccionario Biográfico y Genealógico de la Élite Antioqueña y viejocaldense, segunda mitad del siglo XIX y primera del XX. Pereira, Editorial Red Alma Mater.

Monografía de Antioquia, Envigado, 1941. Cervecería Unión.

Morales, A. (2006). Medellín, en la memoria de Ricardo Olano. Instituto Tecnológico Metropolitano (ITM), Colección Biblioteca Básica de Medellín.

Montenegro, S. (2003). El arduo tránsito hacia la modernidad: historia de la industria textil colombiana durante la primera mitad del siglo XX. Santa Fe de Bogotá: Editorial Norma.

Osorio, I. (1989). Historia del sindicalismo. Historia de Antioquia. Coordinador Jorge Orlando Melo. Medellín: Editorial Presencia.

Ospina V., L. Industria y Protección en Colombia.

Ospina, Uriel (2004). Medellín tiene historia de muchacha bonita.  Medellín: Instituto Tecnológico Metropolitano.

Palacio Gómez, C. (2000). Memorias de Rosellón. Revista Katharsis. Año 3, (2), pp. 12-25, Institución Universitaria de Envigado.

Preciado, B. (2007). Fecundidad y progreso en disputa: agua y modernización en la quebrada La Ayurá. Tesis de grado, Universidad de Antioquia, Inédito.

Poveda R.,G. (1996) La Industria en Medellín, 1890-1945. En: Historia de Medellín, tomo I. Compañía Suramericana de Seguros.

Reyes, C. y Saavedra, M. (2005) Mujeres y trabajo en Antioquia durante el siglo XX. Medellín: Escuela Nacional Sindical.

Restrepo, A. (2005). El Desarrollo económico envigadeño: la fábrica textil Rosellón. Boletín Histórico, (18), Centro de Historia de Envigado, Envigado.

Restrepo, E. (2008). El Patronato de Fabricato (1938-1974): instrumento de control y adoctrinamiento de obreros. Revista Huellas de Ciudad, 10, Centro de Historia de Bello.

Sánchez Bustamante, V., Mejía Martínez, J. (2011). De Envigado y otros tiempos. Envigado: Impresión L. Vieco e hijas Ltda.

Uribe, M. (1996)  Estructura social de Medellín en la segunda mitad del siglo XIX. En: Historia de Medellín, tomo I. Compañía Suramericana de Seguros.

Archivos

Archivo de Coltejer (A.C.), Actas de Junta Directiva de Rosellón

Archivo Histórico de Envigado (A.H.E.), acuerdos y actas del concejo municipal.

Archivo de Prensa, Universidad de Antioquia.

Archivo Histórico de Antioquia.

Archivo Histórico de Medellín

Revistas y Periódicos

“El Heraldo de Antioquia”, Medellín, 1936, Universidad de Antioquia (U de A), Serie Archivo de Periódicos del siglo XX,

«El Correo Liberal» (1913-1926) o  “El Correo de Colombia” (1927-1931) . Medellín, 1927, Universidad de Antioquia (U de A), Serie Archivo de Periódicos del siglo XX. Año XV, número 3662.

Boletín Histórico del Centro de Historia de Envigado. Del 1 al 9, 13,14, 17 (2004)

Revista Distritos No. 50, de 1994: Articulo central: Genesis y Evolución Histórica de Envigado.

Revista Progreso: No 13 junio 28 de 1927. Biblioteca U de A.  Tema: Catástrofe Rosellon.

Revista de arte y literatura, No 5 mayo 1936. Articulo: Economía social. Autor: Gonzalo Restrepo. Biblioteca U de A.

Periódico La Hoja, No 198, Febrero de 2000, artículo : Reciclaje Urbano.

Revista Catarsis. Mayo 2000 No 2. Artículo: Memorias de Rosellón. Carlos Alberto Palacio

Revista la Lanzadera. Coltejer Medellín, 1956-1962:

Antioquia Industrial, 1931

Ver en biblioteca U de A: 4,5,7, 8 9, 11, 17, 18, 24, 28, 29.

Ver en Piloto: 1, 18, 48 a 58, 69 a 70, 72,75, 107 a 154, 155 a 202, 203 a 251, 252 a 302, 303 a 357.

Revista Heraldo Coltejer, coltejer, Medellín, 1954-1955.

[1]Historiador de la Universidad Nacional-sede Medellín, Colombia; Especialista en Literatura de la Universidad Pontificia Bolivariana, Sede Medellín, Colombia; Especialista en Educación Virtual, Uniandina; Docente de Filosofía y Ciencias Sociales en el Municipio de Medellín, Docente de Humanidades en la Institución Universitaria de Envigado,  erpogomez@gmail.com